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Peleas de ricos

Es así como vemos a hermanos peleando con hermanos, hijos agarrados con sus padres, y hasta padres desheredando a algunos de sus vástagos protagonizando espectáculos bochornosos y de la peor calaña.

8 de marzo de 2021 Por: Mario Fernando Prado

No hay semana en que no se conozcan de nuevas peleas de ricos. Y ya no son, -como eran antes- entre los socios de sus empresas o ex trabajadores de las mismas o con sus sindicatos o con el gobierno o con la Dian.

Últimamente esas peleas son entre las mismas familias que se agarran casi a muerte por la maldita plata que es capaz de acabar con los lazos de sangre que les unen y que constituyen una verdadera vergüenza social.

Y esto es muy grave para una sociedad en la que quienes han atesorado fortunas dignamente habidas, se trenzan en enfrentamientos hasta de índole penal que se conocen o se hacen conocer a los cuatro vientos para que todo el mundo se entere y ello sirva de escarmiento o además de chantaje o también de medida de presión.

Y lo más insólito es que las peleas no son entre los hacedores de esos capitales, muchos de ellos que quisieran descansar en paz después de una larga vida de arduo trabajo que no les permitió disfrutar de sus riquezas las que prefirieron dejárselas a sus herederos para que las aumentaran o al menos las conservaran.

¡Pero no! Y lejos de seguir trabajando en sana paz de Dios aprovechando el camino que les dejaron abierto, decidieron que era mejor disputarse entre todos lo que costó tantos sudores y lágrimas, y demandarse y contra demandarse entre sí, a seguir laburando como les enseñó de manera ejemplar su progenitor.

Es así como vemos a hermanos peleando con hermanos, hijos agarrados con sus padres, y hasta padres desheredando a algunos de sus vástagos protagonizando espectáculos bochornosos y de la peor calaña.

Y ni hablar de quienes pretenden dejar en la calle a sus madrastras irrespetando la voluntad del difunto o del jumento interdicto que reposa en un geriátrico esperando que la muerte se lo lleve de ese limbo en el que quedó reducido.

Preferible mil veces el hijo calavera dilapidador de su fortuna que se tira la plata sin mandar a la cárcel a sus hermanos y que es fácil de neutralizar dándole su parte para que haga con ella lo que le dé la gana.

Pero de allí a que, mediante artimañas, triquiñuelas, zancadillas, atajos, leguleyadas, puñaladas traperas y demás miserabladas se tumben entre quienes fueron engendrados en un mismo vientre, hay un gran abismo.

“Padre jornalero, hijo caballero, nieto pordiosero”, como reza el refrán, puede ser el final de estas tristes historias en las que los que más ganan son infinidad de veces mis colegas abogados.

No voy a dar pistas ni nombres ni mucho menos acusar a este o aquel.
Simplemente es esta una reflexión que ojalá sirva para que “cesen los partidos y se consolide la unión”, como bien lo escribió el Libertador.
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Posdata: ¿Cuántas muertes se habrán evitado en su momento si hubieran recomendado el uso de la Ivermectina por parte del gobierno sin satanizarla y hasta prohibir su libre expendio?

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