Caliaires q.e.p.d. 381468
Cerró sus puertas Caliaires. Tras muchos años, unos malos y otros peores,...
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17 de mar de 2020, 11:09 a. m.
Actualizado el 26 de abr de 2023, 08:34 a. m.
Cerró sus puertas Caliaires. Tras muchos años, unos malos y otros peores, este emblemático taller de aires acondicionados para vehículos no va más. Fueron miles los autos que allí fueron a parar y sus propietarios siempre encontraron un servicio expedito y esmerado. Ubicado en la esquina de la Avenida Octava entre calles 15 y 16, ocupó un ya desvencijado local en un igualmente descuidado edificio de tres pisos. Allí y como podían se parqueaban los clientes muchas veces invadiendo el andén a la espera de ser atendidos.Fueron hartas las vicisitudes que padeció este pequeño taller. Por una parte, las obras de ampliación de la avenida le asestaron un duro golpe. Por otra, nacieron fuertes competidores y por la otra y la más importante, su dueño padeció serios quebrantos de salud que por poco se lo llevan a la otra vida.Y aquí me detengo para hablarles de Antonio José Díaz, gerente-propietario del lugar en el que fungía como mecánico, contador, mensajero, señora de los tintos, estacionador, probador y responsable de lo que un grupo de auxiliares hacía o deshacía con los carros que allí iban a parar.El aire no enfría. El aire sale caliente. El auto se recalienta. El compresor no arranca. Se fue la carga. En fin, cientos de averías le tocó lidiar a ese gordo bueno que ya cansado decidió, a su corta edad, irse con su frío para otra parte.A Díaz, con el correr de los días se le fue averiando el termostato de su propia vida. Se le veía cansado y un tanto ausente. Sin embargo conservaba el buen humor y el aserto en sus diagnósticos.Con una obesidad mórbida, Antonio José llegó a pesar algo así como ciento cincuenta kilos, gordura que se le salió de las manos complicándole además y de manera sería su precaria salud lo que le fue minando laboralmente hasta que decidió hacerse no sé qué operación que lo dejo fofo, paliducho y desbaratado.Sin embargo la bajada de peso le dio un nuevo aire -a él y a Caliaires- y continúo con su lucha mañana, tarde y noche.Pero la felicidad le duró poco a pesar de las implacables dietas a que se sometió. De nuevo le apareció la gordura, esta vez inatajable aunque menor a la de antes de la sacada de grasa de sus entrañas y seguramente por la ansiedad y por las preocupaciones, el fantasma de la obesidad le hizo bajar la guardia.Voy a cerrar este chuzo, me dijo la última vez que lo vi. Craso error vas a cometer le comenté. Es que estoy aburrido, ya no puedo más y me siento cansado, me ripostó. Como pude le di ánimo para que siguiera en la dura brega. Le recalqué que tal decisión le iba a aumentar su desespero, que él no había nacido para quedarse en su casa haciendo nada y que superara esa depresión que se le veía de lejos.Pasaron varias semanas y me enteré hace pocos días que Díaz cerró definitivamente Caliaires. El local está vacío y como en Las acacias, se cerraron para siempre sus ventanas.Los clientes del gordo Díaz estamos acalorados y ni de vainas nos puede correr un frescor por el cuerpo. Seguramente vendrán otros Caliaires. Quizá Antonio José viva muchos años más o se muera de sofocos y calenturas. A lo mejor disfrutará de ese retiro involuntario -que no creo- pero me da tristeza que haya acabado su negocio y con el buena parte de su fructífera existencia.

Administrador de Empresas, Abogado y periodista por vocación. Director y fundador de MF Publicidad Mercadeo Limitada, al igual que de los programas Mario Fernando Piano y Oye Cali. Galardonado en dos oportunidades con el premio Simón Bolívar de periodismo. Escribe para El País hace más de 40 años.
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