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Libertad responsable

Las cuarentenas generales como la medida radical que se impuso en todo el mundo para frenar la propagación amenazante de la pandemia parecería ser asunto del pasado.

14 de mayo de 2020 Por: María Elvira Bonilla

Las cuarentenas generales como la medida radical que se impuso en todo el mundo para frenar la propagación amenazante de la pandemia parecería ser asunto del pasado. Una situación excepcional pero insostenible en el tiempo que fue necesaria como medida de choque para atajar el envión incontenible del coronavirus desde mediados de marzo y que llevó a frenar en seco la economía del mundo, como nunca antes había sucedido en la historia. El golpe ha sido demencial y la ruta que tome el virus en cada país y ciudad, sigue siendo incierta. Prueba y error y ajustes permanentes en un aprendizaje inédito con la vida de por medio.

Después de este encierro obligatorio, llegó la hora de la libertad responsable. El Estado y los gobiernos ya no pueden hacer mucho más ni es posible mantener la economía y la actividad social frenada y mucho menos intentar de manera policiva enlazar a la gente, sancionarla, perseguirla y organizarle la cotidianidad. Pero tampoco los ciudadanos pueden alzarse de hombros y hacer lo que se les da la gana. Se ha configurado por un camino insospechado, una realidad en la que más que nunca se resalta el peso de la existencia solidaria, en la cual la suerte de cada quien está indisolublemente ligada a la de los demás y viceversa.

En estos dos meses la humanidad ha aprendido y en carne propia que las salidas egoístas que han impulsado la cultura y la forma de vida actual se han visto súbitamente confrontadas, sin necesidad de palabras, con hechos, contundentes hechos de vida que suponen acciones conscientes y responsables frente a sí mismos y el conjunto de la sociedad.

Si la epidemia actual nos permite darle un contenido a este concepto, la humanidad habrá dado un paso gigantesco hacia un escenario en el que la supervivencia está ligada al logro de un mayor equilibrio y una equidad en las relaciones sociales. Ese es el gran dilema en el que están atrapados los norteamericanos, los reyes del individualismo y quienes pregonan la libertad personal por encima de lo colectivo, para quienes las normas impositivas desde los gobiernos se leen como atropellos inaceptables e incluso inconstitucionales a libertad, con el indeseable resultado de un coronavirus galopando desbocado, poniendo muertos mientras los gobernantes miden al límite sus actuaciones.

Cuánta falta hace el profesor Mockus con su sabiduría pedagógica en estos tiempos cuando se reclame un cambio de comportamiento por convicción y consciencia y no por temor ni látigo, que lo hacen transitorio y no de fondo. Con su discurso sencillo y elocuente sembró en Bogotá las bases de la cultura ciudadana que puso a las personas a respetar la cebra para atravesar las calles y ahorrar agua a la hora de lavarse las manos y ducharse, que popularizó la visión del todos ponen que transmitía el respeto al otro como condición para lograr una convivencia armónica.

Aquellos países con tradiciones de disciplina social como Nueva Zelanda, Noruega, Suecia que han cimentado las sociedades sobre la noción de libertad responsable van saliendo mejor librados de esta emergencia que no puede entenderse como una alarma de la que salimos con el levantamiento de la cuarentena sino que demanda un cambio de comportamiento a largo plazo, porque si hay algo claro es que el virus llegó para quedarse, hasta que aparezca la vacuna.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla