El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Las armas y el arte

Se trata de una gran obra llena de fuerza conceptual, que resultó de más de un año de trabajo moldeando toneladas de hierro, la que creó la escultora Doris Salcedo con buena parte de las 7000 armas fundidas entregadas por la guerrilla de las Farc.

13 de diciembre de 2018 Por: María Elvira Bonilla

Se trata de una gran obra llena de fuerza conceptual, que resultó de más de un año de trabajo moldeando toneladas de hierro, la que creó la escultora Doris Salcedo con buena parte de las 7000 armas fundidas entregadas por la guerrilla de las Farc. Se llama Fragmentos. Es una superficie gris oscura, como el hierro, con una textura bronca que resulta una alegoría de las cicatrices de la guerra. De las que nadie en este país se ha salvado. Una superficie de 800 metros cuadrados de hierro para ser pisada como un tapete metálico drástico, como la guerra misma. Una superficie para recorrer mirando hacia abajo, para pararse encima; pisar las armas que destruyeron y sembraron tanta muerte, como bien explica la artista.

Las láminas fueron martilladas por una docena de mujeres abusadas por uniformados de todos los ejércitos, legales e ilegales. Doris Salcedo llama su obra un contra monumento, en respuesta a los monumentos y estatuas que han inspirado siempre las guerras y que abundan en el mundo entero en homenaje a los guerreros, sin importar causas ni propósitos ni calamidades ni los desastres ocasionados. Esto es todo lo contrario: no hay héroes ni heroínas, no hay personajes a quien homenajear, porque lo que quedó de la guerra es como la lava gris de un volcán que arrasa llevándose todo por delante.

La obra está instalada en un espacio vecino a la plaza de Bolívar enmarcada por todos los poderes, desde donde se tomaron la decisiones de la guerra y de la paz, lo cual también tiene un significado. Con un gran sentido estético y mucha solemnidad: las ruinas de una casa colonial que ha resistido en pie cuatro siglos; las paredes altísimas que delimitan el piso de hierro fundido; la transparencia de los vidrios colocados con precisión; los detalles perfectos; los espacios controlados; la luz, todo está pensado para invitar a la reflexión, a pensar, a hacerse preguntas, como es el propósito de todo artista con su creación. Y Doris Salcedo lleva décadas haciéndolo.

Sin embargo, me temo que esta vez no lo va a lograr. Aunque el concepto es potente, la obra necesita discurso, explicación porque su fuerza comunicativa puede no resultar tan eficaz. No va a ser fácil de entender y asociar a los dolores de la guerra, el significado de esta extensa superficie gris construida para ser pisada, que además, por la naturaleza de la misma, ha debido montarse en un espacio público y no en un recinto cerrado con vocación de museo, un templo para las artes, aún ajeno para la mayoría de la gente. A buena hora, el contra monumento de Doris Salcedo está lejos de las obviedades simbólicas de la paz y de la guerra, pero su propuesta vanguardista y trasgresora voló demasiado alto.

Adéndum: Adiós y con todos mis respetos a Belisario Betancur. Quiso ser despedido como un humanista, en la Academia de la lengua, y no como un gobernante fugaz atrapado por los rituales del poder entre honores de Capitolio. Como un ciudadano ofrendado en una sencilla capilla y no entre el incienso de La Catedral. Belisario Betancur la tuvo clara y siendo Presidente solía repetir: nadie recuerda quien era el alcalde de Roma cuando Miguel Ángel dejó su huella maestra en la Capilla Sixtina y moldeó el mármol del que salió un perfecto David. Y tenía razón: la cultura queda, lo demás se lo lleva el tiempo.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla