La supervivencia de los cínicos

Mentiroso y político, en la mayoría de los casos, como sinónimo. Insisto, en la mayoría de los casos. Extraños personajes estos a quienes poco o nada les importa la contundencia de los hechos, ni la realidad por tozuda que esta sea, aunque les golpee con furia la cara.

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14 de dic de 2017, 11:45 p. m.

Actualizado el 19 de may de 2023, 08:33 a. m.

Mentiroso y político, en la mayoría de los casos, como sinónimo. Insisto, en la mayoría de los casos. Extraños personajes estos a quienes poco o nada les importa la contundencia de los hechos, ni la realidad por tozuda que esta sea, aunque les golpee con furia la cara. Continúan su camino, obstinados en su propósito, tantas veces personal y mezquino; ciegos de ambición y de vanidad. Ahí van, como si nada. Ventajistas, amasando privilegios.

Este comportamiento queda más que reafirmado en los comportamientos individuales y los partidos que los respaldaron con sus avales al momento de la conformación de las listas de quienes aspiran llegar al Congreso del 2018. El origen de al menos el 80 % de quienes seguramente ganarán las elecciones de marzo proviene del mismo cuerpo legislativo. El mismo que ha sido vapuleado, criticado, cuestionado, señalado y que se raja por ausentista, por inconsistente, por oportunista, por irresponsable. Este resume muchos de los males nacionales y entre estos, uno de los más graves, el de no responder por los actos: embarrarla y seguir olímpicos, sin que las actuaciones deriven consecuencias, sanciones políticas y sociales. El ejemplo que dan no puede ser más nefasto: cada quien hace lo que quiere y se sale con la suya.

A los congresistas no les importa formar parte de la institución más desprestigiada del país; es más quieren repetir, copar los espacios y obstaculizar la llegada de otras voces, como ocurrió con el vergonzoso atropello para impedir el cupo que se abría con las 16 curules de las víctimas. No les importa saber, como ocurre con la mayoría, que los votos los consiguen con una chequera que se nutre de la contratación pública; con trampas y prebendas; con la mermelada producto del chantaje al Ejecutivo para asegurar las casi siempre precarias mayorías; con falsas promesas que de antemano saben incumplidas; con la manipulación de las necesidades y el abuso de los más débiles; con el engaño.

La desmemoria campea. Los procesos judiciales que penden sobre ellos no los desvelan. Ni les avergüenza saber que el país conoce de su indecencia; del tráfico de sobornos en la Corte Suprema de Justicia para engavetar procesos que insistirán en borrar. Asumen con suficiencia el ropaje de ser padres de la Patria. No solo mienten con descaro, en la radio, en la televisión, frente a la gente sino que defienden sus prácticas de manera impúdica. Con el cinismo de los simuladores. A la final se mueven con una voracidad inusitada, estimulados por un narcótico llamado poder.

El hecho de que sea solo un puñado de políticos los que asumen a plenitud su función de líderes en la construcción de país explica mucho de la crisis en la que seguimos sumidos como sociedad, como lo explica el profesor James Robinson, autor del libro ‘Por que fracasan las naciones’. “El verdadero problema en Colombia es que las personas no creen que sea malo ser clientelista, no creen que sea malo evadir impuestos (…)”; ni mentir, ni tapar. Un comportamiento afincado que alimenta día a día la imbatible corrupción.

Por estas escasas excepciones de dirigentes coherentes y decentes la crisis se profundiza. Sin embargo los pocos que asumen la tarea con honestidad y convicción terminan dando una batalla solitaria, llenos de valor y dignidad como si se tratara de la última trinchera de los justos.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla

Profesional en Filosofía y letras en la U de los Andes. Periodista durante 25 años. Ha sido directora de noticias del Noticiero Nacional, Canal RCN y de las revista Cambio, Cromos y El Espectador. Ha ganado tres Premios de periodismo Simón Bolívar y el Premio Alfonso Bonilla Aragon. Escribe para El País desde el año 2005 con la cual ganó en el año 2008 el Premio Rodrigo Lloreda Caicedo a la mejor columna.

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