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La hora del maestro

En tiempos de confusión, no hay nada más necesario que un referente. Y no hay referente mejor ni más respetable por su rol, a veces silencioso pero siempre determinante, que el de un maestro.

17 de octubre de 2019 Por: María Elvira Bonilla

En tiempos de confusión, no hay nada más necesario que un referente. Y no hay referente mejor ni más respetable por su rol, a veces silencioso pero siempre determinante, que el de un maestro. Maestros en sabiduría, en actitud, en principios rectores. No el transmisor de información sino el ciudadano ejemplar que enseña valores, que con la linterna de Diógenes muestra caminos, invita a pensar, a reflexionar, a ser críticos, a tomar distancia. Como lo reclama este tiempo.

De allí la pertinencia de este texto que le leyó un estudiante al profesor, al maestro, el último día de una cátedra en la que persistió casi tres décadas. Había llegado el momento del retiro, pero también del agradecimiento por parte de los cientos de alumnos que se enriquecieron con su cátedra. Retomo apartes que recogen mucho de lo que pienso debe ser un maestro.

Noam Chomsky, reconocido lingüista, filósofo y activista estadounidense, dice: “La educación debe estar dirigida a ayudar a los estudiantes a que lleguen a un punto en que aprendan por sí mismos, ya que eso es lo que van a hacer durante la vida, la educación no es absorber información dada por alguien y repetirla juiciosamente”. Y esa fue la clase de educación que nos impartió nuestro profesor a lo largo de su vasta carrera como docente en las más prestigiosas universidades del país, y en los últimos 25 años al frente de su cátedra en la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Valle.

Lo conocí recién llegado él a la escuela, cuando a pesar de haber ‘sobrevivido’ a la mitad de mi carrera aún no había encontrado el verdadero interés que buscaba en esta profesión, sin embargo y junto a mi compañera de estudios por aquel entonces, decidimos matricularnos en un nuevo y enigmático taller de proyectos que él dirigía, del cual solo bastó un par de clases para cautivarme e interesarme definitivamente por la carrera... las reflexiones profundas y cero dogmáticas nos ponían contra la pared siempre; inevitablemente nos condujo a desaprender lo que habíamos ‘aprendido’ y repetido una y otra vez en talleres anteriores (…).

Puedo comprender el significado de la palabra ética, no solamente desde el oficio... tarea que nos queda pendiente al salir de la universidad, sino y sobre todo como docente. Gracias a sus enseñanzas y a su forma de abordarlas, aprendimos a cuestionar preceptos, atacar dogmas, evitar moralismos, buscar la autonomía para investigar y reflexionar libremente, encontrar en las riquezas del pasado lo verdaderamente relevante, desechar lo contingente, tratando de interiorizar todo aquello que es significativo para continuar la búsqueda inagotable del conocimiento; aprender a cultivar esa capacidad para buscar lo que es valioso a un problema y estar siempre dispuesto a cuestionarnos si estamos en el camino correcto. Aprendimos ser autocríticos y entender que dependerá de cada quien a dónde y como quiere llegar (…).

Sí, enseñar a dudar, a decir verdades incómodas, a estar preparados -sin anticiparse a lo que viene- para enfrentar los mandatos de la existencia con valor y ética. En fin, a reflexionar sobre este mundo antes de que nos devore. Grandes lecciones las que dejan maestros con sabiduría que han encontrado en este destino la mejor manera de redondear la vida.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla