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Confundir, el nuevo oficio

Los periódicos, la radio y la televisión, pero especialmente la prensa escrita solía ser el medio por el que las personas se informaban.

10 de enero de 2019 Por: María Elvira Bonilla

Los periódicos, la radio y la televisión, pero especialmente la prensa escrita solía ser el medio por el que las personas se informaban. Difícilmente se ponían en tela de juicio, las noticias se construían a partir de hechos fácticos, ciertos, contrastados con distintas fuentes, impresas en papel. No eran efímeras y eran la base de periódicos y revistas que permanecen preservados en hemerotecas y archivos, y gracias a los cuales, historiadores y académicos han podido reconstruir realidades en el tiempo y podemos conocer, cada vez más, de nuestro pasado.

Sin embargo, pareciera que este mundo de letra impresa empezara a derrumbarse frente al bombardeo cotidiano que ataca desde todas las esquinas a través de las llamadas redes sociales. Los emisores no son profesionales de la información sino cualquier ciudadano que tenga a bien abrir una cuenta principalmente de Twitter. Una herramienta revolucionaria tecnológicamente que permite que cualquier individuo tenga un micrófono incorporado a través del cual dice lo que quiera, sin filtros; reproduce datos, -casi siempre fuera de contexto-, combina hechos fácticos con opiniones y afirmaciones que fluctúan entre la adulación y la ofensa, pasando, y si es necesario, violentando, a quien sea.

Un micrófono en manos de simples ciudadanos o convertidos en megáfono cuando se vuelve el instrumento de comunicación de gobernantes, llevándolo a niveles insospechados de eficacia en el caso de Trump en Estados Unidos y de Álvaro Uribe en Colombia. Un altoparlante autónomo aprovechado desde el poder capaz de movilizar emociones y activar comportamientos con propósitos claramente calculados o irracionalmente y sin filtros, a su amaño, como lo hace el número uno de la Casa Blanca. Una manipulación abusiva con mentiras que llevó incluso a la cadena de noticias CNN a crear un espacio periodístico permanente dirigido por Chris Cuomo, con un solo propósito: chequear, contrastar con datos fácticos los trinos de Trump que sustituyeron las ruedas de prensa y los boletines oficiales para comunicar las acciones de gobierno.

El espectáculo de mentiras, vueltas rumor y luego verdades por medio de la repetición en los canales efímeros de los medios digitales confirman que la confusión es el rasgo imperante en el mundo contemporáneo, capaz de ir tan lejos como alterar los procesos democráticos hasta llevar a catapultar a personajes como el propio Trump, o el recién llegado Jair Bolsonaro, Jimmy Morales en Guatemala o al delirante Nicolás Maduro, quien se presenta ante sus compatriotas como un demente paranoico, perseguido por sus detractores. Noticias falsas sumadas a presidentes mentirosos: amenazante coctel explosivo.

El modelo se repite. Entronizado en el poder, el gobernante procede a debilitar las instituciones para gobernar en una relación unipersonal entre él y su megáfono y el pueblo, arando el terreno de los autoritarismos de derecha y de izquierda. Gobiernos de yo con yo, personalistas, con licencia para pataletas y arbitrariedades lejos de la realidad en plan siempre de perpetuarse, inflados por la megalomanía del poder. Una comunicación desbocada y sin filtros, sin mediación de profesionales del oficio que cuando se hace bien, significa investigar, constatar datos y contrastar versiones con respeto por la verdad. Esa verdad de certezas fácticas que debía iluminar en medio de la confusión.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla