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Óscar López Pulecio

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María Auxiliadora

Cada vez son menos los colegios regentados por religiosos y aún en ellos prima, por fortuna, la educación laica, en espacios abiertos en las afueras de las ciudades.

13 de abril de 2024 Por: Óscar López Pulecio

El edificio del colegio María Auxiliadora, de las hermanas salesianas, es quizás el más bello exponente de la arquitectura republicana fuera del centro histórico de Cali, donde tanto se ha destruido. Hace parte de las primeras construcciones que por los años 30 le fueron dando forma al barrio San Fernando, alrededor de la colonia alemana, que tenía allí su propio colegio y su iglesia luterana, para escándalo de las almas pías. Un barrio elegante de amplias calles y casas espaciosas que aún lucha por sobrevivir a la uniformidad de la arquitectura actual.

Es una construcción imponente que ocupa toda una manzana con un toque de fortaleza militar, torreones y almenas, aligerado en su fachada principal por sus órdenes de ventanas de diferente altura en cada piso que le dan un cierto aire palaciego. Sus interiores son amplios y armónicos, con una bella capilla, pues cumplía la doble función de colegio y convento. En Colombia, esa arquitectura civil y religiosa se denomina Republicana, porque coincide con la consolidación de la República y se aleja de la tradicional herencia española. El protagonista es ahora el acero y el cemento en vez del ladrillo, y un orgulloso revivir del clasicismo europeo contra la herencia colonial.

Su constructor tiene una historia aventurera y meritoria. Un joven ingeniero eléctrico de familia humilde de la Toscana que se une a la congregación salesiana, donde por sus habilidades como dibujante es aceptado en la Oficina Técnica Central de Arquitectura Salesiana, que era además Escuela de Artes. Giovanni Buscaglione viaja por el mundo: Turquía, Argentina, Perú y Uruguay, para terminar sus días como Coadjutor en Colombia. Muchos de los edificios de la congregación salesiana en el país son de su autoría, incluyendo María Auxiliadora en Cali.

Los sacerdotes salesianos, de origen italiano, llegan a Colombia en 1890, como parte de una verdadera invasión clerical de congregaciones religiosas a las cuales el Concordato de 1887 firmado durante el gobierno conservador de Rafael Núñez, que triunfa en La Humareda sobre el progresista Olimpo Radical, le entrega la educación en Colombia. Las monjas, Hijas de María Auxiliadora llegan en 1897 de Italia; pero también los Eudistas y las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, de Francia; las Hermanitas de los Pobres, los Lasallistas, y las Terciarias Dominicas, de Italia; los Redentoristas, las Bethlemitas, los Capuchinos y los Maristas, de España; y por supuesto, vuelven los Jesuitas. La construcción de una educación laica ha sido como consecuencia labor de gigantes, exitosa por demás.

Pero necio sería desconocer el trabajo que en la formación de la nacionalidad hicieron estas congregaciones y la manera como su huella hace parte de nuestro patrimonio cultural. Cada vez son menos los colegios regentados por religiosos y aún en ellos prima, por fortuna, la educación laica, en espacios abiertos en las afueras de las ciudades. Víctima de esa transformación se cierra el Colegio María Auxiliadora de Cali. Es una responsabilidad de la ciudad proteger ese patrimonio arquitectónico, velar por su conservación y garantizar que sea un bien de interés cultural. Ojalá de alguna manera pudiera mantener el carácter educativo para el que fue construido y se encuentre como preservarlo. Pero cualquiera que sea su futuro, no puede pasar con ese magnífico legado lo que sucedió con el colegio de La Sagrada Familia.

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