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Colgados de un hilo

No tengo duda de que pendemos de un hilo cada día que...

12 de febrero de 2014 Por: María Alejandra Villamizar

No tengo duda de que pendemos de un hilo cada día que los periodistas analizamos la realidad nacional y arriesgamos a dar una opinión sobre la coyuntura que nos pone en frente las noticias.Si bien es cierto que contamos con mayores elementos de juicio para procesar la información por nuestro contacto con fuentes y por la experiencia profesional que permite leer acertadamente los escenarios políticos, judiciales, o sociales en los que se desarrolla la frenética vida nacional, es cierto también que estamos expuestos a mayores desafíos que los ciudadanos que asisten como espectadores y pueden escoger lo que les interesa saber, profundizar o desechar información sin que eso afecte sus vidas.Las últimas semanas han sido especialmente confusas, bueno, al igual que los últimos meses, o quizá año, pero quedémonos en los hechos recientes para evitar ampliar el universo de esta reflexión. La situación del alcalde Petro, y el caso de las supuestas chuzadas son dos ejemplos que sirven a la perfección para demostrar que lejos de que este país transite a la tranquilidad institucional, la convulsión es tal, que analizar y opinar son de alto riesgo.La semana comienza con la revelación de Semana sobre una operación encubierta de inteligencia desde la que se estaría fraguando una conspiración de un ala del estamento militar contra el gobierno, contra el proceso de paz y de paso, al servicio de la oposición en cabeza del expresidente Uribe. La publicación, extraña de por sí por el día, la hora y el medio electrónico que normalmente retoma la versión de papel en investigaciones de este tipo, abre la ventana a un mundo de interpretaciones. Un universo de sospechas, por el que el país ya ha transitado y entonces la situación arroja UN análisis.Pero al día siguiente, resulta que empapados de preocupación los responsables políticos del delicado tema, ministros y Presidente, asumen la defensa y cobijan el tema con la sombrilla de la legalidad. Entonces, al ser todo legal, al quedar en el aire que se trata de una aparente pifiada de la publicación, el análisis es otro. Estamos ahora en manos de la investigación de la Fiscalía, no ha pasado nada, habría manzanas en dudoso estado dentro del canasto. Entonces la interpretación para los ciudadanos es cauta.El día siguiente, el director de la revista, sobrino del Presidente, asegura que la publicación tiene toda la información que sustenta el escándalo y que pronto las relevaciones de los detalles defenderán el fondo de su titular inicial. Así que volvemos a revisar la situación y de nuevo es preocupante que vayan a quedar al descubierto las grietas a la seguridad nacional. El análisis toma otro sentido. Esto apenas comienza. El tema en el alto gobierno sube de nivel y el Presidente decide hacer una entrevista en el diario que fue de su familia por más de un siglo, prende las alarmas sobre la seguridad cibernética de la Nación. De pronto estamos en riesgos de ataques de hackers que pueden vulnerar las entidades del Estado, y se debe emprender un esfuerzo de todos para protegernos. ¡Ah! Qué conveniente es que del ‘corrientazo’ de un barrio de Bogotá nos vayamos al riesgo mundial. Quizá solo vemos el árbol, (cuál árbol) y no el bosque. ¿Cuál es el tema? ¿Hay seguimientos ilegales o no? Hay que analizar de nuevo.Luego la revista nos cuenta una historia entretenida sin hechos de trascendencia, el gobierno manda a los ciudadanos a que esperen los resultados de una investigación, los demás medios rasgamos fuentes para juntar piezas para el rompecabezas. Y entonces llega el análisis final: Hay que esperar. Y, ¿a dónde se va lo dicho? ¿Qué le queda en la cabeza a los ciudadanos? Y del caso Petro ni hablemos. ¿Se va o se queda? Esa es la cuestión. Hay que analizar.