Sálvese quien pueda
No se trata de la gente en los supermercados rapándose los rollos de papel toilet o las cajas de acetaminofén, sino de los Estados, esos entes que constituyen la unidad atómica del sistema internacional.
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17 de mar de 2020, 11:35 p. m.
Actualizado el 26 de abr de 2023, 10:34 a. m.
No se trata de la gente en los supermercados rapándose los rollos de papel toilet o las cajas de acetaminofén, sino de los Estados, esos entes que constituyen la unidad atómica del sistema internacional, pero que en ocasiones se comportan como humanos en el peor sentido de la palabra.
Si alguien creía que el Estado se estaba debilitando, que ya no constituía el principal actor del sistema internacional se está llevando una sorpresa con lo ocurrido desde que irrumpió el coronavirus sobre el planeta tierra. Cierre de fronteras y prohibición de ingreso a no nacionales es la más patente demostración del rugir del Estado. No importa lo que le pase al vecino, qué tantos casos positivos tiene, que su gente se muera, acá dentro de nuestras fronteras nos preocupamos por nosotros, que el resto del mundo arda.
Donde estalló con fuerza ese nacionalismo sumo es en la Unión Europea, ese proyecto colaborativo que buscaba crear una gran nación regida desde Bruselas. Si bien el proyecto europeo ya venía resquebrajado desde la crisis económica de 2008, agravado por la avalancha se refugiados en 2015 y el Brexit, la pandemia parece haberle asestado sino su golpe de gracia, sí algo parecido. La zona Schengen hace agua con el restablecimiento de controles fronterizos entre países y es lacerante la poca colaboración europea con los países más afectados como Italia y España. Mientras que Roma no obtuvo asistencia médica de sus socios europeos, recibió colaboración de no otro que China, que envió un equipo médico y suministros a Roma. El resentimiento ‘azurri’ con Europa es compartido por el 80% de la población según una reciente encuesta publicada en la revista Foreign Affairs, algo que tendrá consecuencias futuras.
En el plano económico Alemania, motor de la unidad europea durante los largos años de gobierno de la canciller Angela Merkel, está tomando sus propias medidas monetarias y fiscales sin coordinar con el Banco Central Europeo. Los países de Europa del Este hace tiempo dejaron de acatar los dictados de Bruselas en el tema de los refugiados, cerraron sus fronteras y esta crisis del Covid-19 parece haberles dado la razón. La falta de solidaridad y colaboración es la nota más discordante en una Europa que se descose por todos lados.
Ni hablar de América Latina donde el virus está llegando aparentemente desde el viejo continente y China y aunque aún las cifras son pequeñas el potencial de calamidad es grande por los precarios sistemas de salud, Estados frágiles, corrupción y otros demonios. Cada Estado de la región se encerró en sí mismo, selló sus fronteras y con la excepción de México que parece estar en otro planeta, se enquistó el ‘sálvese quien pueda’. La Venezuela de Maduro con su sistema de salud en ruinas gracias al socialismo del Siglo XXI, busca afanosamente que Colombia le ayude lo que por ahora no va a ocurrir en el ámbito bilateral.
En Estados Unidos el presidente Trump parece haber salido de su negacionismo inicial, no por la rápida propagación del virus en su país sino por el colapso en los mercados, una de sus cartas de mostrar en el camino hacia la reelección, muy en veremos en este momento. Lo que no pudo Ucrania, ni Muller, ni Stormy Daniels, ni el impeachment podría lograrlo un microscópico microbio del que poco se sabe. Tardíamente buscar salvar lo que pueda.
El mundo creado en Westfalia hace poco menos de 400 años que coronó al Estado Nación como rey supremo del sistema internacional revive con fuerza.
Sigue en Twitter @marcospeckel

Analista internacional para varios medios en Colombia y el exterior. Fue profesor de la Universidad de Externado hasta 2022 y es actual docente de la Universidad del Rosario. Colaborador y columnista de El País desde el 2001.
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