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De mamertos, académicos y Bolsonaro

Mucho juicio de valor y negras predicciones frente al próximo gobierno de Planalto, por parte de quienes lo analizan con lente ideológico, distorsionado, con sentimiento de orfandad y alejado de la realidad y de la gente.

30 de octubre de 2018 Por: Marcos Peckel

Uno de los aspectos más fascinantes de la aplastante victoria del capitán (r) Jair Bolsonaro en las elecciones brasileñas del pasado domingo es el llanto del ‘mamertismo’ continental acusando a todo el mundo de responsable de la para ellos tragedia, sin mirarse su propia viga atiborrada de fracasos y dogmas. Declaran que “hay que defender la democracia” ignorando que el señor ganó con 58 millones de votos, acusan a las redes sociales, a WhatsApp, a lo humano y lo divino, excepto al colosal fracaso en que terminó, tras unos buenos años de reducción de la pobreza y crecimiento económico, el Partido de los Trabajadores hundido en un mar de corrupción que permeó hasta a su carismático líder Luiz Inácio Lula da Silva, tras las rejas por corrupto.

En política exterior son lastimosos los análisis de los ‘dueños de la verdad’; académicos e intelectuales quienes desde su torre de marfil esputan sus veredictos sesgados y tendenciosos. Vaticinan que Bolsonaro, o el mismo Duque, son una amenaza a la integración regional, como si esta hubiera alguna vez existido y a sus venerables instituciones como Mercosur, Unasur y Celac. Que la región estará más fragmentada vociferan evocando los días en que Chávez y Lula casi se toman el continente. En Itamaraty debe estar reinando un ambiente de ansiedad.

El hecho es que Mercosur selló su certificado de defunción el día que presionado por Lula y Kirchner y tras una leguleyada internacional luego de la arbitraria suspensión de Paraguay, aceptó como miembro pleno a una Venezuela cuyas políticas económicas iban en abierta contravía a las de su cuatro fundadores y cuyo régimen apestaba a dictadura. Para Bolsonaro, Mercosur es una pesada ancla que impide que Brasil explote su potencial en alianzas y tratados de comercio bilaterales.

Sobre Unasur no hay mucho que agregar más allá que constituye un hediento cadáver en el centro de Quito. Con la participación de Brasil ya suspendida, Bolsonaro bien podría seguir los pasos de Colombia y decirle adiós al esperpento. Maduro en Miraflores debe sentirse más solo que nunca ahora que su gran aliado de otrora pasa a engrosar las filas de sus contradictores.

En ‘prestigiosos’ diarios se menciona con dejo de escándalo el inminente fortalecimiento en las relaciones de Brasil con Israel como si fuera un pecado. En sus declaraciones Bolsonaro ha sido muy elogioso de Israel y del potencial de unos estrechos y mutuamente beneficiosos vínculos con el Estado judío en áreas de innovación, agricultura, emprendimiento y militar. Incluso indicó que podría pasar la embajada de Brasil a Jerusalén.

El mandatario electo ha sido crítico de China el mayor socio comercial de Brasil, por sus prácticas financieras, comerciales y por su régimen, tensión que podría afectar negativamente a los Brics, la respuesta de las potencias emergentes a Bretton Woods que nunca realmente despegó y podría pasar a hibernar durante el periodo presidencial del Capitán.

Uno de los primeros en felicitar y muy efusivamente al mandatario electo brasileño fue Donald Trump en su locuaz cuenta de Twitter. La retórica de la campaña de Bolsonaro fue parecida a la del neoyorkino en el tono y en algunas de sus posiciones además del slogan ‘primero Brasil’. Unas relaciones tradicionalmente complejas podrían gozar de un importante acercamiento, especialmente en la lucha contra el crimen y el tráfico de drogas.

Mucho juicio de valor y negras predicciones frente al próximo gobierno de Planalto, por parte de quienes lo analizan con lente ideológico, distorsionado, con sentimiento de orfandad y alejado de la realidad y de la gente.

Sigue en Twitter @marcospeckel