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El mundo descosido

Fuerzas centrífugas de diversas formas provenientes de múltiples lugares están desbarajustando a un ritmo acelerado el orden internacional, si es que este alguna vez existió.

16 de mayo de 2017 Por: Marcos Peckel

Fuerzas centrífugas de diversas formas provenientes de múltiples lugares están desbarajustando a un ritmo acelerado el orden internacional, si es que este alguna vez existió. Larga es la lista de aconteceres que apuntan a que las placas tectónicas de la geopolítica global se mueven hacia horizontes desconocidos y posibles colusiones.

Un imberbe dictador en la esquina del planeta presumiendo con misiles y armas atómicas, dictadores en ciernes convocando referendos y constituyentes para perpetuarse en el poder, organizaciones internacionales paralizadas, hundidas en su frondosa burocracia y desnudadas en su incapacidad de actuar en el cumplimiento de su misión, ciberataques que salen de cualquier lugar, radicalización en el discurso nacionalista, guerras religiosas, violaciones masivas a los derechos humanos, electorados frustrados e indignados, medios bajo fuego, carrera armamentista en los cuatro puntos cardinales, hambrunas producidas por el hombre y decapitaciones transmitidas por la red, son algunas de las noticias con las que despertamos día a día.

Entre las causas del desbarajuste global; una lacerante desigualdad social producto de una globalización que beneficia a pocos, Estados secuestrados por elites en los que amplios sectores de la población son marginados económica y políticamente, democracias que por estar amarradas al liberalismo económico y la economía de mercado terminan señaladas como culpables de todos los males, un implacable sistema financiero supranacional que ahorca a los débiles, redes sociales que constituyen fuentes inagotables de información inmediatista que como puede ser veraz, también puede ser amañada, falsa, o manipulada y enormes dificultades para gobernar en las nuevas sociedades empoderadas, fragmentadas y divididas.

La amplia victoria electoral de Emmanuel Macron en Francia y su reunión apenas posesionado con Angela Merkel, buscan darle un nuevo aire a una Europa que parece estar sufriendo la venganza de la historia. Las Islas Británicas, siempre un cuerpo extraño en Europa comienzan su incierto segundo Brexit, tras el primero hace 500 años cuando se separaron de la Iglesia Católica Romana y fundaron la suya propia. Europa del Este, democratizada hace apenas dos décadas muestra claras señales de fatiga democrática con el ascenso de populismos autoritarios que ni son de derecha ni de izquierda sino por el simple poder. Los refugiados, musulmanes en su mayoría, que han llegado a las costas europeas huyendo del apocalipsis del medio oriente, engendran temores que sacan a relucir la tradicional xenofobia europea y el terrorismo yihadista golpea por doquier.

En América, los organismos regionales encargados de la paz y seguridad yacen moribundos en el tinglado. La OEA bajo la dirección de su valiente secretario general, Luis Almagro, busca afanosamente resucitar tras la desastrosa gestión del insulso Insulza, movilizando, sin mucho hasta ahora, al continente para salvar lo que queda de una Venezuela sometida por una caterva de narcos, militares corrompidos y cubanos, como la describe Moisés Naim. Celac y Unasur, embelecos lulo-chavistas nacieron muertos y muertos siguen.

En la mayor potencia del planeta, garante en cierta forma del orden liberal, el sistema político está siendo tensionado al máximo por un presidente elegido por sectores que la globalización dejó atrás y cansados de lo ‘políticamente correcto’. Los días dirán si el sistema de pesos y contrapesos en Estados Unidos, es capaz de mantener la democracia y la estabilidad ante la arremetida de Trump y su Twitter contra los medios, partidos, jueces e instituciones internacionales, mientras que Rusia y China aprovechan el vacío para acrecentar su influencia, poder y modelo autocrático cada vez más emulado.

El planeta navega por aguas inciertas, sin brújula, ni compás.

Sigue en Twitter @marcospeckel