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Conflicto interno y recursos naturales

Si hace apenas unas décadas buena parte de...

17 de julio de 2013 Por: Marcos Peckel

Si hace apenas unas décadas buena parte de los conflictos internos en el mundo estaban motivados por ideologías, especialmente de izquierda, en los últimos años, usando un disfraz ideológico cualquiera, estos se han tornado principalmente en una rapiña por recursos naturales. Estos conflictos involucran una gran variedad de actores: grandes multinacionales, grupos armados, bandas criminales, estados, fuerzas armadas, mafias, grupos étnicos y otros que confluyen en ricas regiones para apropiarse por vías legales o ilegales del botín.Entre más frágil el estado más intensos los conflictos por los recursos, por lo que no es casualidad que en la lista anual de estados fallidos publicado por la revista Foreign Policy los primeros lugares son ocupados por estados ricos en recursos pero con precario control sobre los mismos.Petróleo, gas, oro, coltán, diamantes, madera, carbón, uranio, minerales, tierra cultivable, pesca y otros conforman la lista de recursos sobre los cuales se han disputado guerras interminables que han dejado una estela de muerte, corrupción, depredación ambiental y barbarie. Solo en la República Democrática del Congo que no es ni lo uno ni lo otro, la guerra por los recursos completa ya dos décadas, ha dejado más de 10 millones de víctimas y un estado completamente colapsado por la guerra, el desplazamiento y el despojo. En Vietnam el emblemático símbolo de la guerra antimperialista de los años 70, gigantescas extensiones de territorio están siendo despojadas, con la ayuda de bancos alemanes, para el cultivo de caucho, tras haber desplazado a miles de campesinos. De los grandes países productores de petróleo en el mundo sólo tres han logrado crear estados libres de corrupción y conflicto; Noruega, Canadá y Australia. Por lo anterior los recursos naturales figuran prominentemente en cualquier negociación de paz que se busque hacer entre los estados y actores violentos.En Filipinas se acaba de firmar un acuerdo que pone fin a una insurgencia islámica de más de 40 años en la isla de Mindanao. Adicional a los asuntos políticos y religiosos de la agenda, uno de los temas centrales del acuerdo fue la repartición de la riqueza de oro existente en la región, entre el Estado y el gobierno local que se quedará con el 70% del producido. En nuestro país basta sólo recordar las millonarias vacunas que pagaba la alemana Mannesman al ELN para permitir el paso de sus oleoductos, los pagos que hacía Chiquita Brands a los paramilitares para cuidar los cultivos de banano en Urabá y la hasta hoy no suficientemente aclarada connivencia entre algunas multinacionales y actores al margen de la ley. Los cultivos de palma han aparecido en tierras de donde fueron desplazados miles de campesinos. La minería ilegal, la penetración de todo tipo de actores ilegales y violentos en la explotación minera en Colombia y la lamentable saga del páramo de Santurbán con la Greystar, hoy eco-oro, con el gobierno colombiano demuestran, que a pesar de los avances en muchos campos, nuestro Estado es aún precario y no de casualidad aparece como el segundo estado fallido en América Latina, detrás de Haití, en la mencionada lista de Foreign Policy. En momentos que el modelo económico de Colombia se centra alrededor de la explotación de recursos naturales no renovables y se está llevando a cabo un complejo proceso de paz en La Habana, la riqueza natural del país hace parte de lo que se va negociar en la mesa. No sólo la tierra de siembra sino la otra, la de las minas y el petróleo.