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Vivos bobos

En la década de los 90, exactamente en 1993 durante la alcaldía de Rodrigo Guerrero, la ciudad conoció una de las más exitosas campañas de cultura ciudadana denominada ‘El vivo bobo’.

24 de junio de 2018 Por: Mabel Lara

En la década de los 90, exactamente en 1993 durante la alcaldía de Rodrigo Guerrero, la ciudad conoció una de las más exitosas campañas de cultura ciudadana denominada ‘El vivo bobo’.

Con el apoyo de Tecnoquímicas y la actuación del gran Guillermo Piedrahita, Guerrero evidenció el refrán colombiano: el vivo vive del bobo y nos entregó varias piezas magistrales de la idiosincrasia de los vallecaucanos y, cómo no, de los colombianos.

Para los que no la recuerdan, a través de comerciales codificados, Piedrahita se paseaba por las calles de la ciudad cometiendo diversas infracciones. Se pasaba la cebra en rojo, no se ponía el cinturón de seguridad, botaba la basura en lugares inadecuados y uno de los mejores: se colaba en las filas con frases como “Yo esta fila no la hago por nada del mundo, ni bobo que fuera”.

Lo mejor era lo que venía después: la sanción social. Caleños al unísono le criticaban el comportamiento al mal ciudadano con la máxima : “Este sí es mucho bobo” y caló tanto la campaña que 18 años después, Guerrero volvió a implementarla en su segundo mandato.

Cuánto bien nos harían de regreso las historias del caleñazo Guillermo Piedrahita y más en estas últimas semanas que por los medios y redes sociales nos enteramos del bochornoso comportamiento de los connacionales en Rusia, también del fraude de los estudiantes del prestigioso colegio barranquillero Marymount, y del nuevo episodio del “usted no sabe quién soy yo” que protagonizó el joven cantante Manuel Medrano en el Aeropuerto Internacional el Dorado al intentar saltarse el proceso de migración.

Una nación se conoce culturalmente por sus refranes y definitivamente el vivo bobo es la mejor definición de lo que somos. Bajo la excusa de la ‘malicia indígena’ nos hemos acostumbrado al todo vale. A pasar por encima de los demás, a no respetar al otro, a atropellar al que consideramos bobo porque sentimos que nuestra viveza nos permite abusar de la buena fe del contrario. Y si usted no lo hace “mucho bobo” porque eso es lo que se premia en Colombia.

El irrespeto es la ley. Nos acostumbramos a acelerar el carro cuando alguien nos pide vía, a no hacer fila en los conciertos o en el banco y de a poquito robarles el puesto a los demás. No pagamos impuestos bajo la excusa de que se los roban; hacemos trampa en los colegios e infringimos las normas de tránsito porque “no hay nada que no pague un buen billetico”.

Yo también he jugado de viva en muchas oportunidades y lo peor es que siento que está naturalizado en nuestra cultura. Pero también he jugado de boba, me han tumbado y me he indignado y me he quejado de quienes aplauden estos comportamientos.

Lo peor de todo este fenómeno social son nuestras sanciones simplecitas. Aquí ladrones sentenciados por la justicia aparecen en las páginas sociales de las revistas después de un buen tiempo; no nos importa la trampa, vanagloriamos la pillería, la mentira, el embuste y eso sí aplaudimos la chabacanería. Por eso no nos equivoquemos: los colombianos no somos vivos, lo que somos es unos bobazos.

Sigue en Twitter @MabelLaraNews