Abandono

Aquí no hay Estado, no hay dolientes, es la orfandad total.

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8 de may de 2022, 11:45 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 04:47 a. m.

Me cuenta un líder indígena que cuando los violentos llegan no dejan “gallina sin cabeza”. Los pocos animales que tienen son devorados por los ‘lobos’ que aparecen con ropa de civil, sin camuflados, pero con radio teléfonos y armas y se meten a los caseríos como dueños de casa.

Llegan buscando comida y guianza. Escogen a los más jóvenes, a los niños de las 32 comunidades indígenas de Bojayá para que les enseñen los caminos del majestuoso Atrato para colonizar la selva chocoana y llenarla de coca.

Les pregunto - ¿Quiénes son? ¿Cómo se identifican? - “Depende de la zona donde usted se pare”, me responden.

A un lado están las AGC ejerciendo control social, presionando a los nativos para que siembren la mata que mata, coca a la lata. Son los dueños y señores: paran lanchas, revisan mercados, controlan las tiendas, el pescado de los bojayoceños y todo lo que se mueve por la bisagra del Chocó; este corredor que conecta con el Golfo de Urabá, Panamá, Bajo Atrato, la zona del Baudó, el Pacífico entero.

Al otro lado están los elenos. Hacen el mismo control territorial, supervisan quién entra y quién sale y retomaron la condenable practica -por escribir de manera decente- de siembra de minas antipersonal. Ya van 6 personas asesinas por la tragedia de las quiebrapatas. - “Nos sentimos como en el 97; así como cuando nadie podía salir, decir nada o moverse, estamos es presos”.

De los once mil habitantes que tiene Bojayá al menos siete mil llevan tres años sin moverse de sus caseríos, el empobrecimiento es tenaz y los más afectados son los niños y los jóvenes quienes se están ahorcando para evitar el reclutamiento: veinte suicidios reporta en el 2022 el departamento del Chocó.

Lo que más duele es como se han hecho invisibles los testimonios de las mujeres quienes me cuentan horrorizadas que si las ‘consiguen’ en los caminos “hacen lo que quieran con ellas”.

Es Bojayá, el mismo territorio donde la guerrilla de las Farc 20 años atrás asesinó a 119 inocentes en la iglesia de Bellavista. Aquí no hay Estado, no hay dolientes, es la orfandad total. Incluso no hay contra quién quejarse porque los clanes delincuenciales están atomizados, sin niveles jerárquicos y la resolución de los conflictos se dirimen pasando por encima de los derechos humanos, de la vida de la gente.

Todos saben quiénes se pasean por los ríos, quienes persiguen a las mujeres, reclutan y secuestran a los niños indígenas, a los jóvenes y nadie hace nada. Es el abandono total y no hay quién ayude a desmontar a las bandas criminales, no existe control territorial, soberanía, organización social: lo que hace el Estado.

Pregunto compungida ¿Qué podemos hacer?

-“Poco”, me responden. Hay desesperanza que hasta van a empezar a armarse para defenderse.

Me asusta ¿De nuevo la guerra? Los tenemos abandonados, les digo.

- “¿Abandonados? Si aquí nunca han ESTADO, me refutan”.

Sigue en Twitter @MabelLaraNews

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.

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