Un debate revelador

El primer debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden no solo fue malo sino también doloroso. Una vergüenza nacional para Estados Unidos que decepcionó a todo el mundo.

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1 de oct de 2020, 11:35 p. m.

Actualizado el 24 de may de 2023, 12:33 a. m.

El primer debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden no solo fue malo sino también doloroso. Una vergüenza nacional para Estados Unidos que decepcionó a todo el mundo. Lo cierto es que la política estadounidense nos afecta a todos. Querámoslo o no, es así y nadie lo puede negar. Por eso cuando nos vemos confrontados a la triste realidad política de la superpotencia norteamericana, nos preocupa.

El debate del martes entre el presidente republicano Donald Trump que busca su reelección y su rival demócrata Joe Biden que lo quiere expulsar del poder, nos reveló una crisis profunda y una polarización severa en la sociedad norteamericana, más peligrosa que la que imaginamos. Si nos enfocamos en lo que los dos candidatos dijeron o no quisieron decir durante su enfrentamiento, podemos quizás medir tan enorme división.

El martes vimos un cara a cara entre los representantes de dos partidos tradicionales, el Demócrata y el Republicano, claramente infiltrados por la izquierda radical el uno y la derecha radical el otro y llevando a una situación explosiva que no se había presentado en décadas durante las cuales estos mismos dos partidos procuraron mantener una línea moderada para discutir sus diferencias y reglas de juego esenciales en la preservación de la democracia. De repente todo se complicó y vemos la democracia norteamericana agredida y herida por extremismos de toda clase.

Llegó al debate el demócrata Joe Biden, bien entrenado y reencauchado para hacer un buen papel y soportar los 90 minutos de pie,
relativamente lúcido, pese a su habitual confusión de ideas. Y logró cumplir su misión pese a las brutales interrupciones de su contendor cada vez que trataba de hablar.

Vale anotar que Joe Biden no es un extremista. Es un demócrata moderado de larga tradición en la escena política del país; no hay dudas al respecto. Su problema actual es su salud y su incapacidad física y mental, que lo vuelven dependiente de su entorno político. Sus rivales lo acusan de ser “una marioneta en manos de la extrema izquierda” que infiltraron y se apoderaron del Partido Demócrata para albergar movimientos violentos como los Antifa, protagonistas de quemas y vandalismos en muchas ciudades del país. Sus seguidores lo saben y no descartan la idea de que Biden no podrá terminar su mandato y su nominada a la vicepresidencia, Kamala Harris, lo asumirá. Situación que no les gusta pero aceptan con tal de deshacerse de Donald Trump.
Incluso se rumora que la izquierda radical que hoy domina al Partido Demócrata mantiene un silencio prudente en medio de un pacto secreto para no asustar a sus electores. Pero muy rápidamente, si Biden gana, le pedirán reconocimientos y retribuciones.

Y al debate llegó Trump con sus excesos verbales y su horrible narcisismo. Sus seguidores aplauden sus logros en la economía y en el escenario internacional y resienten la parcialización de la información sobre su administración, siempre en su contra en las buenas y las malas; enfatizando sus errores y callando sobre sus méritos. Lo consideran una víctima de los medios y lo apoyan por medio de una base fiel y a toda prueba. Lo malo es que esta base incluye a extremistas rabiosos de enorme peligrosidad como los supremacistas blancos que Trump no se atrevió a condenar durante el debate cuando el moderador le pidió que lo hiciera.

Resumiendo: el debate resultó revelador de un presente y un futuro confusos y envenenados en la sociedad norteamericana. De una ‘revolución nacional’ vs. ‘una revolución anticapitalista’, en un país dividido. Y uno se pregunta cómo es posible que la superpotencia mundial, el país más democrático del mundo caiga tan bajo. Y cómo quedó en manos de líderes tan mediocres como lo son Trump y Biden. ¿Cómo?

Escribe para el país desde 1977 como columnista, por seis años como coordinadora de la revista Viajes y la revista dominical por unos seis meses. Nació en Egipto y se radicó en Cali desde finales de 1957.

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