“Poder sin conciencia”

Se sabe que Putin es un desalmado matón que ha dado sus tristes pruebas en el pasado

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10 de mar de 2022, 11:35 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 04:56 a. m.

Desde el comienzo de la guerra en Ucrania el mundo busca motivos válidos que justifiquen la violencia y el horror de la agresión rusa. Nadie puede excusar que se invada una nación soberana, se bombardeen ciudades y población civil, se obligue a millones de personas a huir con hombres, niños, mujeres, enfermos y ancianos. La culpabilidad total la tiene Rusia y su amo absoluto Vladimir Putin. Los medios transmiten la tragedia sin encontrar la manera de parar el genocidio. Los expertos tratan de ayudar.

Desde que la guerra comenzó me paso los días leyendo análisis y reflexiones, sin realmente comprender. Pero encontré una explicación en un discurso pronunciado hace 77 años por el general Omar Bradley cuando advirtió contra un mundo que alimenta “el poder sin conciencia, el brillo sin ética” del nazismo con Hitler. Un mundo que perpetra la muerte de civiles, las destrucciones sin límites y la desesperación de los refugiados sin ninguna consideración. Una tragedia humana sería la única calificación valida de los que acontece en Ucrania. Y también pensar que Putin se ha vuelto loco.

Pero los analistas más serios dicen que no. Que Putin no está loco pero ‘se hace el loco’ porque a un loco todos le temen y no saben en qué piensa. Nadie logra calcular sus planes ni conocer sus límites. Él solo es el dueño de la demencial situación que provoca. Putin lo utiliza como táctica de guerra. Algunos analistas dan como ejemplo el reciente ataque ruso a la central nuclear ucraniana de Zaporiyia que supuestamente ‘falló’ porque solo impactó un edificio cercano y fue controlada. Aunque sirvió para enviar una diabólica advertencia que suscitó enormes inquietudes en Ucrania y el mundo por los efectos mortales que hubiera causado su destrucción, inclusive para los mismos rusos. Según los entendidos se trató de una jugada de Putin para sembrar el pavor sobre lo que puede decidir y hacer.

Se sabe que Putin es un desalmado matón que ha dado sus tristes pruebas en el pasado. En la guerra en Chechenia (años 90) contra los rebeldes y separatistas musulmanes que dejó más de 300 mil muertos y en Siria (2015) en la que ayudó a aniquilar a más de 600 mil personas y provocar la trágica huida de millones.

Definitivamente el déspota no se incomoda con los Derechos Humanos ni la opinión pública. Y dentro de su país ha neutralizado a todos sus opositores. Es un dictador que suena con devolverle a su país a grandeza imperial que disfrutó como Unión Soviética. Además parece tener una visión global del planeta de hoy. Lo ve basculando hacia Asia, India, el mundo islámico, África, países suramericanos (los presidentes argentino y brasileño lo visitaron pocos días antes de la guerra en Ucrania para expresarle solidaridad y pedirle ayuda). Su gran propósito es alejarse de un Occidente en declive.

¿Y qué dice China de todo eso? China maneja cautelosamente la ‘amistad sin límites’ con Rusia y su relación cordial con Occidente. Y busca contentar a ambos. A Rusia al condenar ‘la operación militar especial rusa’ contra Ucrania que -para complacer a Putin- no califica de invasión.
Y a Occidente para no afectar su crecimiento económico que depende de las exportaciones industriales y de sus importaciones de hidrocarburos que le permiten rivalizar con las economías mundiales.

Cabe señalar que Pekín ya firmó con Putin un contrato para construir un gigantesco gasoducto capaz de transportar más gas que el Nord Stream 2 ahora complicado con Alemania. Y que después de la exclusión de Rusia del Swift, los bancos rusos van a utilizar el Cips, un sistema chino de transacciones, igualmente eficiente. De modo que China sale ganando de la tragedia ucraniana. Sin remordimientos ni cargos de conciencia.

Escribe para el país desde 1977 como columnista, por seis años como coordinadora de la revista Viajes y la revista dominical por unos seis meses. Nació en Egipto y se radicó en Cali desde finales de 1957.

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