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¿Biden, unir o reformar?

Estados Unidos acaba de salir de una campaña presidencial traumática que reveló la enorme fractura política y cultural de la sociedad norteamericana. Y mucho odio y resentimiento de parte y parte.

12 de noviembre de 2020 Por: Liliane de Levy

Estados Unidos acaba de salir de una campaña presidencial traumática que reveló la enorme fractura política y cultural de la sociedad norteamericana. Y mucho odio y resentimiento de parte y parte. El candidato demócrata Joe Biden ganó por estrecho margen contra el presidente republicano saliente Donald Trump. Ni arrasó, ni apabulló como se pensó iba a suceder. A duras penas acumuló 77 millones y pico de votos contra los 72 y pico millones que dieron a su contendor. La ola azul (demócrata) no inundó la marea roja (republicana) pero Joe Biden finalmente ganó, en ‘buena lid’ y Trump quiéralo o no tendrá que inclinarse ante la obvia realidad.

Ahora surgen las preguntas. ¿Cómo administrará Biden su cargo en medio de tan grande división? A ratos habla de “unir” y a ratos habla de “reformar” en profundidad. Dos opciones contradictorias y debe escoger, tomando en cuenta darle contentillo a los millones que votaron por él y a los otros millones que votaron en su contra. Difícil para decir lo menos. Y más aún si tiene que enfrentarse con un Senado hostil que le ata las manos (en momentos de escribir, la votación en el Senado no se había definido).

Reflexionemos sobre las dificultades que representarán las decisiones a tomar sobre un sinnúmero de temas como los siguientes: el problema racial, los impuestos, la economía, el desempleo, la salud, el clima, el acuerdo nuclear con Irán, la política en el Medio Oriente, en China, Corea del Norte, América Latina, etc. Algunos fueron manejados por Trump de manera bastante satisfactoria.

En efecto quienes votaron por Trump lo acreditaron por haber bajado los impuestos, nombrado a centenares de magistrados y a tres jueces republicanos en la Corte Suprema, logrando una economía boyante antes de la pandemia y una tasa de desempleo del 3,5% (un verdadero récord), por resistir con valentía contra los abusivos métodos comerciales chinos, contra la inmigración ilegal, contra un universalismo costoso en dineros y vidas, por la repatriación de los soldados norteamericanos dispersos durante años en numerosos conflictos del mundo.

También por demostrar que con Irán la fuerza funciona mejor que la complacencia al anular el acuerdo que le daba luz verde a los iraníes en su carrera para adquirir armas nucleares. Sus sanciones funcionaron y los ayatollahs no movieron un dedo cuando Trump mandó a matar al general Soleimani. También obligó a Europa a contribuir más en el financiamiento de su propia defensa y patrocinó acuerdos de paz en el Medio Oriente.

Por otro lado los críticos de Trump que por millones salieron a votar en su contra para darle la victoria a Biden le reprochan su calamitosa gestión de la pandemia que en Estados Unidos ha tomado proporciones catastróficas. También su rechazo de la ciencia y su desprecio por los científicos, su distanciamiento de los aliados en Otan, el abandono de los kurdos en Siria después de que se sacrificaron y le ayudaron para derrotar a Dáesh, su abierto escepticismo ante todas las inquietudes climáticas.

Y sobre todo las mentiras y los insultos que profirió cada vez que tiene un micrófono en frente, sus despidos, su brutalidad partisana, su amistad con autócratas abominables, sus chantajes en Ucrania para enlodar a contendores políticos, sus invectivas contra los medios, y quien lo contradice o critica. Su narcisismo y ego enfermizo van en contra de las exigencias democráticas. Su personalidad devoró su política y lo condenó a perder. Ahora el ganador Biden promete “unir” y (o) “reformar". Está por verse.