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Es normal que el Centro Democrático objete la paz, así o asá, y siempre con demasiado entusiasmo.

1 de mayo de 2019 Por: Julio César Londoño

Es normal que el Centro Democrático objete la paz, así o asá, y siempre con demasiado entusiasmo. Sus ‘peros’ empezaron en 2012, en cuanto se conocieron los contactos Gobierno-Farc en La Habana. Muchos de sus reparos, hay que decirlo, presionaron la participación de los industriales, la oposición y la academia en las negociaciones y perfeccionaron los Acuerdos.

El 2 de octubre de 2016 el Sí perdió el plebiscito de la paz. Diez millones de colombianos votaron No a los Acuerdos. Votaron ‘emberracados’ contra enemigos reales, como las Farc, y contra enemigos virtuales, como la ideología de género, los impuestos a las pensiones y otros engendros salidos de las ‘granjas’ de fake news. Pero ganaron.

Luego, en el tira y afloje con los del Sí, los del No introdujeron en los Acuerdos 58 de las 60 modificaciones que propusieron. Luego, en el Congreso, introdujeron más cambios. Luego recusaron a varios de los magistrados de la JEP, un tribunal conformado con altísimos estándares internacionales. Luego vinieron los debates de la ley de implementación de la JEP, que necesitó muchas votaciones porque la bancada del CD se ausentaba de la sala para torpedear el quórum.

El 10 de marzo de este año, cuando solo faltaba la sanción presidencial de la ley estatutaria para que la JEP funcionara a plenitud, Duque presentó sus seis célebres objeciones, todas inconstitucionales porque ninguna era de índole política ni económica, los campos de acción del presidente en materia constitucional.

Desde entonces, el CD está dedicado a dilatar el debate de las objeciones en el Congreso con un rico arsenal de tutelas, demandas, recusaciones, impedimentos y, por supuesto, echando mano de su fértil granja de noticias falsas.

Primero dijeron que la JEP era un instrumento de impunidad para pedófilos y narcotraficantes. Falso. Ninguna de las objeciones del Presidente y ninguno de los artículos de la JEP hace referencia específica a los pedófilos. Lo que sí ordenan sus códigos es que los extraditables digan primero la verdad en Colombia para no repetir los errores de Justicia y Paz, cuando subieron a las carreras en un avión sin retorno a Mancuso, Jorge 40, Don Berna y otras yerbas del pantano en mayo de 2008.

Luego Ernesto Macías demandó a la presidente de la JEP ante la Procuraduría, despacho que respondió, extrañado, que el juez natural de los magistrados es el Senado, no la Procuraduría. Entonces sucedió algo insólito. La Comisión de Acusaciones de la Cámara (presidida coincidencialmente por Ricardo Ferro, del CD) obró con una diligencia inédita en sus 27 años de inexistencia y le abrió una investigación exprés a la señora.

El 8 de abril, cuando las objeciones fueron barridas en la Cámara por 110 votos contra 44, Macías demandó la votación aduciendo que primero debió debatirse el tema en el Senado, alegato que no prosperó porque no tenía fundamento alguno.

Las dos últimas semanas se han ido en la discusión de impedimentos y recusaciones. El martes, las objeciones de Duque fueron derrotadas 47 a 34 en el Senado. Faltó un voto: eran necesarios 48. Por fortuna para el Gobierno y los negacionistas, dos señoras de la oposición se retiraron de la sala al momento de la votación. Ignoro qué pasó en la sesión de ayer, pero no me sorprendería que Macías haya sacado otra sorpresa del ubérrimo repertorio de maniobras del CD.

Queda claro que a este partido se lo puede acusar de cualquier cosa, incluso de operaciones legales, pero no de falta de perseverancia.

Sigue en Twitter @JulioCLondono