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IA: ¿hombre versus máquina?

La inquietud es, ¿hasta qué punto la Inteligencia Artificial puede llegar a ser beneficiosa para la humanidad en su desarrollo y cuál será el límite ético en su aplicación?

24 de marzo de 2023 Por: Juan Esteban Ángel

De forma generalizada se viene hablando en los medios de comunicación sobre los avances que estos últimos tiempos ha tenido la Inteligencia Artificial, IA. Hasta el mismo Bill Gates en su blog Gates Notes manifestó que lo que vemos hoy con ChatGPT es “el avance tecnológico más importante desde la interfaz gráfica de usuario” y que su desarrollo será tan fundamental como el microprocesador, la internet o el teléfono móvil. La inquietud es, ¿hasta qué punto la IA puede llegar a ser beneficiosa para la humanidad en su desarrollo y cuál será el límite ético en su aplicación? ¿Qué tanto desplazará al humano en su trabajo?

Entre pasillos, periódicos y blogs circulan preguntas como si la IA logrará producir sonetos del nivel de Cervantes o de Shakespeare, música como la de Beethoven o Metallica, si las empresas ya no necesitarán más de los equipos humanos o si la IA y los robots nos suplirán en todas las tareas. La realidad es que todo lo nuevo y lo desconocido genera temor, y así ha sucedido con los grandes avances que han cambiado la historia de la humanidad.

La IA tomará cada vez un rol protagónico en el consumo general de texto, audio, imágenes, video, así como en la operación de las empresas, los bancos, el servicio al cliente y en nuestra vida diaria. Lo clave es no entrar en pánico, sino más bien conocer y entender los beneficios y por supuesto, los riesgos que pueden traer, y prepararnos para ambos desde los aspectos conceptuales, éticos, morales y regulatorios.

En cuanto a los beneficios de la IA está su capacidad para automatizar tareas repetitivas y tediosas, lo que permite a las personas enfocarse en tareas más creativas e innovadoras. La IA es clave para identificar patrones y generar diagnósticos médicos más precisos y tratamientos más efectivos; también para procesar grandes cantidades de datos y ayudar a los científicos a avanzar en otros campos como la energía, la agricultura o la climatología. En educación puede personalizar el aprendizaje y mejorar la enseñanza, permitiendo a los estudiantes experiencias más individualizadas. A nivel empresarial también puede mejorar la eficiencia y la productividad, así como la seguridad y la vigilancia pública.

Sin embargo, la IA también presenta riesgos significativos, como un potencial desplazamiento laboral y un aumento de la desigualdad económica. Si los datos usados para entrenar la IA están sesgados, puede perpetuar y amplificar los prejuicios y la discriminación en la sociedad. El uso de la IA también puede poner en riesgo la privacidad y la seguridad de los datos personales y corporativos, especialmente si son utilizados para fines malintencionados. A medida que la IA se vuelve más autónoma e independiente, se hace más difícil determinar quién es responsable en caso de que algo salga mal. Esto plantea problemas éticos y legales, especialmente si la IA se utiliza para tomar decisiones importantes. También existen muchos vacíos legales frente a derechos de autor, generación y publicación de contenido.

La IA amerita profundas conversaciones éticas, políticas, regulatorias y económicas, pues esta tecnología ocupará un lugar muy importante en el desarrollo de la sociedad, la productividad empresarial y ojalá en la disminución de la desigualdad. Todas estas premisas serán posibles, solo si partimos de un buen uso de este avance. Estoy seguro de que será una herramienta que impulsará aún más el desarrollo de las capacidades humanas y no su desplazamiento, pues nada podrá suplir el discernimiento, la empatía, la iniciativa y la compresión de los contextos que tenemos los humanos.

Nota: como ejercicio de investigación para la escritura de esta columna se utilizó el Chat GPT Open AI, sobre lo concerniente a los beneficios y riesgos de la IA.