El pais
SUSCRÍBETE

Vida y obra

Asistí desde mi Villa de Leyva a la ceremonia de proclamación de los tres ganadores del evento, sin la previa noticia de mi escogencia

20 de diciembre de 2021 Por: Jotamario Arbeláez

En esa rabiosa y eterna juventud de que disponíamos por los años 60, cuando oíamos que se hablaba de ‘Caliviejo’, nos remontábamos a una cándida prehistoria y esbozábamos una sonrisa Pepsoden con los dientes sin lavar. Ahora ‘Caliviejo’ somos nosotros, pelicanos pero con una sorprendente sonrisa completa que aún nos sirve para morder y besar. Como buen perdedor del bachillerato en Santa Librada opté por la poesía, escribiendo para empezar mi ‘Santa Librada College’, en homenaje recriminatorio a Pichita, Potes, Atila, El Mudo, Chélula y Pajarito. Pero muchos años después llegó el profesor Hermínsul Jaramillo, quien para que dejara de joder tirándomelas de reprobado reprobador, me gestionó con la rectoría el diploma de bachiller honoris causa y el galardón de Ilustre Egresado. Y desde entonces la poesía me ha llevado de la mano de pocilgas a palacios, de intentos de suicidio por desamores a amores a primera vista imperecederos, de los refugios del fracaso autoimpuesto a las mieles del reconocimiento, de la inicial censura en la prensa a mantener por más de 30 años columnas en El Tiempo y El País, con toda la permisividad acordada con los iconoclastas de tres botones.

Eché sobre mis hombros todos los sufrimientos del mundo para tratar de conjurarlos con la quejumbre o con la rasquiña. No lo logré porque el mundo es irredimible, pero por lo menos mucha bulla sí hice, lo que sirvió para que me pusieran bolas más allá de las mesas de los billares.
Ahí me perdonarán pero estoy cantando victoria y no me da pena, porque me acompaña al piano Jimmy Salcedo.

La semana pasada me cayó desde Barcelona la visita de mi nieta de un año Emilia Curtis Arbeláez, que luzco como un lucero en la oreja. Ese mismo día la Universidad del Valle me entregó la nueva edición de ‘Mi reino por este mundo’, mis poemas completos hasta el 2000. Que la Librería Nacional acogió con entusiasmo. Y de carambola la Gobernación del Valle me concedió el Premio a la Vida y a la Obra, que recibí apadrinado por la hermosa Gala de Sol, Hernán Darío Correa, Francisco León Ramírez, Leonardo Medina, mi hermana Elizabeth y Jan Arb. El informativo cultural NTC le concedió un gran despliegue. El Hotel Spiwak, su fundador y su señora, me acogieron como príncipe. De distintos sitios me ofrecieron publicar toda mi obra, e incluso la de mi hermano, que es un poeta mejor que yo.

Asistí desde mi Villa de Leyva a la ceremonia de proclamación de los tres ganadores del evento, sin la previa noticia de mi escogencia. No podía faltar si ganaba, sería un bochorno, pero peor si asistía y perdía. Eché un carisellazo jugándome el todo por el todo y me presenté.

Estoy pues disfrutando de los gozosos, no obstruidos por ninguna carencia, aunque en un principio fui buenazo para sufrir. Por las enfermedades del mundo y las mías propias. Ahora estoy óptimo de salud, bien de prestigio, bien de presencia espiritual y corporal, bien de caricias. Por ello dedico esta plenitud a quienes me colaboraron para alcanzarla, a mi mujer, a mis hijos, a mis hermanos y a mis amigos. Pero también a esos sitios caleños que me fueron haciendo personero de la inconformidad que terminó convertida en confort. Son, entre miles otros, la escuela y la iglesia y el parque y el teatro San Nicolás, el barrio Salomia de nuestras primeras conquistas, los pastizales de Croydon y Lonchan, El Bosquecito, los bailaderos del barrio Obrero y de más allacito, Acapulco, Siboney, el Danubio Azul, Milancito, las casetas de Juanchito, las piscinas olímpicas, el Palacio de Bellas Artes, El Café Colombia y el Tamanaco, la Academia García, el Café de los Turcos y el Bar de Efraín, La Tertulia, El Palique, donde Flower in Sunday, los charcos de Santa Rita, el Aguacatal y Meléndez donde uno clavaba y seguía nadando. Pero sobre todo el colegio de Santa Librada, mi ‘Santa Librada College’, del que cambié el final ominoso: “Santa Librada / yo no te debo / nada”, por “Santa Librada / todo te lo debo. / Te beso ladrillo / por ladrillo”.

Y no debo quedarme sin consignar mi gratitud y mi amor imperecedero a Diany, a Marlén (+), a Blanquita (+), a Samsarita y a Aura Lucía.

AHORA EN Jotamario Arbelaez