¡Que viva la vida!

El mundo no se va a acabar y la vida es bella. Así es. El mundo y la vida escriben por mí.

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8 de jun de 2020, 11:50 p. m.

Actualizado el 25 de abr de 2023, 07:07 p. m.

Al frente del escritorio donde diseño estos fárragos hay un ventanal de pared a pared que da a una cordillera azul debajo de un cielo blanco de nubes, antecedida por un bosque verde ascendente que no deja ver los árboles, esos alisos, robles, pinos y eucaliptos acribillados desde que el sol atisba por el canto de jilgueros, mirlos, ruiseñores y petirrojos que ya distingo. Desde aquí veo cómo corren por entre ellos mis perros callejeros y ahora montaraces Dina y León ladrándole a las copas por donde se escurren las ardillas de cola gruesa. Mi mujer ha puesto en el aire los Conciertos en Oboe de Juan Sebastián interpretados por Puskunigis y la Orquesta de Cámara St Cristopher. He dejado sobre la mesa de noche la lectura de ‘El paraíso perdido’ en busca de llegar al ciego de Milton, cuidando de no doblar el borde de la página por donde voy, y más bien señalándola con el afilado cuchillo de pelar manzanas, como ahora se estila.

Entiendo que por sobre la atmósfera del planeta desde hace unos meses revolotea una pandemia que ha paralizado las actividades del mundo y amenaza con el exterminio de la especie humana, por lo que las autoridades mundiales han decretado una cuarentena indefinida que tiene a la población al borde del hambre, del aburrimiento, la desesperación y la locura. Nunca antes la humanidad en pleno había estado manos arriba y sus gobiernos calzones abajo, sin camas ni respiradores suficientes para atender a los afectados, casi sin tránsito por las carreteras de la tierra y del cielo, sin espectáculos deportivos o culturales, respirando con tapabocas y casi que tocando con pavor el botón del piso del ascensor y el timbre de casa. “Por lo menos el virus del sida lo adquiría uno tirando”, me comenta quejosa mi musa Dina Merlini desde el ancianato de San Andrés.

Como tengo tiempo de sobra para continuar este scherzo salgo a caminar por el bosque y a pensar cómo lo termino, pues describir la felicidad suele ser aburrido para el lector y hasta ofensivo para algunos espíritus que no soportan el reposo del guerrero, sobre todo si se presenta con buen aire, buen bar, buena biblioteca y buena cama. A punto de cumplir 80 y de escuchar el primer berrido de la segunda generación de su gene desobediente. “Se nos aburguesó el hp”, suele ser el comentario más comprensivo.

Veo venir a una niña con una cesta y una boina roja. Debe tener unos 16 años. Sospechando que es una trampa que me pone el Maligno me desvío en busca del río donde me baño desnudo para aplacarme. En el fondo encuentro una pepita de oro del tamaño del ombligo de mi mujer. Aunque ella prefiere las chaquiras se la llevaré de regalo.

Retomo mi teclado como si fuera un pianista. Ahora las nubes han destapado unos retazos de cielo lapislázuli, los pajarracos se han acallado y el aparato despide Conciertos de Violín de Emmy Verhey y la Camerata Antonio Luco. El jardinero incidental poda el pasto con todo y el efluvio de dientes de león que ya volverá. Nuestra servicial Alejandra me pregunta si prefiero un coctel de frutas o un Margarita. Me timbra el celular sin discordar del concierto.

“Hola, poeta -dice la voz,- te habla Adolfo Vera Delgado, tu cardiólogo de cabecera. Te llamo para decirte que leo religiosamente lo que vienes escribiendo en periódicos y redes. Y te cuento que estoy preocupado porque en los últimos tiempos estás muy reiterativo con el tema de la muerte, de que te vas a morir. Y eso te puede hacer daño. Ya sé que vas a decirme que lo haces por mamar gallo. Pero desconfía del sentido del humor de la pelona. Eres un privilegiado y estás escribiendo como los ángeles, lo cual no es razón para que vayas a reunirte con ellos. La última vez que te tomé la tensión e hice una revisión a fondo a tu corazón percibí el resultado de que vas a vivir 96 años. De modo que, mi querido amigo, cambia de tema. El mundo no se va a acabar y la vida es bella”. Colgó.

El mundo no se va a acabar y la vida es bella. Así es. El mundo y la vida escriben por mí.

Miembro fundador del movimiento nadaísta. Ganador de tres premios nacionales de poesía y uno internacional. Fue Secretario de Cultura de Cundinamarca. Recibió la medalla del Congreso en el grado de Comendador. Es columnista de El Tiempo desde 1990 y de El País desde 1998.

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