La cuarta muerte de Ferdie Fernández

Se jactaba Ferdie Fernández de haber sido dado por muerto tres veces y de continuar en esta dimensión conocida como la vida.

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7 de dic de 2020, 11:50 p. m.

Actualizado el 24 de may de 2023, 12:44 a. m.

Se jactaba Ferdie Fernández de haber sido dado por muerto tres veces y de continuar en esta dimensión conocida como la vida. Había disfrutado la conmoción que se creaba con la noticia y pulsado la intensidad de los sentimientos de sus amores y amigos. El autor inocente de estas noticias fue nada menos que su amigo Hernando Zapata, músico que lo incorporó a ‘Los Demonios’, cuando retornó a Cali luego de un largo periplo por Bogotá, a donde había ido a parar un poco antes de los años setenta. La cuarta muerte lo sorprendió el domingo por la mañana y por más maromas que hizo para convencerse de que seguía en este valle de lágrimas le tocó llorar porque no se halló.

Pensé en su amada de entonces, la también hippie iniciática Pili Galeano, una bella de bluyines descaderados con quien se encontró en 1966 y de una y sin visaje le preguntó, ¿Quieres ser mi chica?, y ella le contestó, ¿Por qué no?, y por lo religioso entablaron nupcias. Fue la madre de Sol y de Luna, sus hijos que iluminaron nuestra época hippie de la Calle 60, de El Templo detrás del Hilton, de La Miel donde se daban los hongos alucinógenos, donde con él me topaba, cuando con Elmo Valencia me uní al hipismo. Iba yo en esa aventura florida con la Maga y su pequeña María de las Estrellas, quien despuntaba desde los 4 años como poetisa precoz. La unión de Ferdie y de Pili fue tan intensa que sólo duró tres años, y como no había divorcio católico tuvieron que casarse por lo civil para divorciarse luego de su segunda luna de miel con cannabis.

Entre todo el tropel de niños de las flores tuvimos amigos comunes como Manuel Quinto, director del periódico Olvídate y líder de la revuelta pacificante, Libardo Cuervo, arquitecto y dueño del almacén Las madres del revólver, que nos proveía de atuendos acuarianos sofisticados, Gustavo Arenas (o Arengas) quien luego se convertiría en El doctor Rock, gran difusor musical a través de los medios y de sus almacenes discográficos, los hermanos Marín que atendían el escarabajo dorado, centro de afiches con los personajes del rock, Potocho, Mario García, el poeta Sibius, el negro Jimmy, Thor Mussika, Martelo, Edgar Restrepo Caro, muchos de los cuales hoy están durmiendo en la colina.

Ferdie fue considerado siempre un genio musical tanto por el público fascinado como por sus compañeros de bandas. Pero igualmente tanto por sus amigos como por sus amores un neurótico, si así puede decirse de los anarquistas para los que nada está bien. En nuestras reuniones tetrahidrocanabinólicas sin alcohol, a veces tomaba la guitarra y con un punteo interminable se desgajaba en un niágara de palabras alucinantes como expresando la esencia pura de una filosofía dadaísta, todo un poeta. Alucinado él y alucinante su soliloquio que recorría las siete historias de los cielos y de las tierras.

Participó en los grupos Siglo 0, los Flippers, Young Beats, pero su primer grupo se llamó La crucifixión rosada, como la tetralogía de Henry Miller. Tuvo presentaciones estelares en Lijacá, en el Concierto por la vida en el Parque Nacional que organizó Tania Moreno y en el Festival de Ancón.

Desde hace unos 20 años conoció a Patricia, a quien seguramente le preguntó con desparpajo, ¿Quieres ser mi señora? y ella le debe haber respondido que por qué no. Tuvo suerte. Además de bella y diligente ha consagrado vida y cuidados a quien considera su ídolo. Lo cuidó como porcelana, sobre todo desde hace 10 años que le entró una isquemia cerebral, que seguramente fue la que se lo terminó llevando a tocar en el otro mundo.

Ya desde hace tiempos los que incurrimos en el nadaísmo y en el hipismo nos pasamos de ser abuelos, dejando atrás la frase de Jaramillo Escobar de que “Escribimos para los hijos de los astronautas” y la canción de The Temptations, “Mi abuelo fue un Rolling Stone”. Hasta siempre, querido Ferdie.

Miembro fundador del movimiento nadaísta. Ganador de tres premios nacionales de poesía y uno internacional. Fue Secretario de Cultura de Cundinamarca. Recibió la medalla del Congreso en el grado de Comendador. Es columnista de El Tiempo desde 1990 y de El País desde 1998.

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