Dr. Adolfo Vera Delgado
Tranquilidad en la mirada. No se trata de una nota fúnebre sino de felicitación a un sabio de la ciencia médica y amante de la poesía y todas las artes, al extremo de que casi todos sus practicantes hemos estado bajo su certera vigilancia y cuidados.
El 8 de noviembre el doctor Adolfo Vera Delgado recibió de parte del presidente de la Junta Directiva de Promédico, Dr. Luis Alberto Maya, el anuncio de que “por su destacado profesionalismo y labor solidaria con el gremio médico había merecido la máxima distinción Medalla al mérito solidario Dr. Seney Sálazar”. Dicho galardón le fue otorgado el 23 de noviembre.
Ni qué decir de la alegría que sentí con el honroso reconocimiento al amigo de tantos años con mi corazón a sus ojos, y quien venía preocupado porque en mis últimos artículos me refería a la degreiffiana: “Señora muerte que se va llevando todo lo bueno que en nosotros topa”. Me dirigió una carta donde alababa mi particular estado de salud y terminaba: “De modo que por favor, mi querido amigo, cambia de tema. El mundo no se va a acabar y la vida es bella”.
Pero el caso es que tuve noticia de que mi cordialísimo amigo había tenido graves problemas precisamente en recientes congresos de Cardiología en el exterior. Le pedí detalles, para conocimiento de los amigos que hoy nos congratulemos con que el doctor Adolfo Vera Delgado disfrute nuevamente a plenitud de la vida, de su medalla máxima y de que continúe atendiendo a su pacientela.
Me contaba en diciembre 5: “Revascularizado hace 15 años con tres puentes (by-pases) aorto-coronarios, exitosos por estos 15 años de sobrevida. Portador de todos los factores de riesgo para enfermedad coronaria (hipertenso, dislipidémico, exfumador, sedentario, barrigón y cardiólogo; lo único que no, diabético). En Congreso Americano de Cardiología, Chicago, 3-6 de noviembre, inicio ‘angina inestable’ con el frío y las caminatas: dolor precordial cada vez más frecuente, más severo y de más larga duración con cada vez menores tramos al caminar. Debo recluirme en mi habitación del hotel el último día de congreso y regresar en sillas de ruedas por los tres aeropuertos para internarme en Imbanaco y someterme al cateterismo que había evitado realizarme.
Fueron tres horas del procedimiento que normalmente dura 40 minutos, para intentar, infructuosamente, recanalizar la arteria principal ocluida (descendente anterior), pero salvando la arteria culpable de la angina con implantación de un stent medicado. Actualmente en proceso de rehabilitación, sin dolor, pero con disnea y el temor obvio de emigrar sin preaviso. Tu protector es el mismo mío. En Jesucristo tengo mi confianza y la certeza de su complacencia con mis oficios médicos y humanísticos aquí en Cali y en la Tierra. Celebremos la vida con el cáliz de la Pasión, rebosante de vino”.
Y este que acabo de recibir: “Hola, querido Jota: no fue un primer episodio de angina, pues llevaba varios meses con opresión dolorosa retroesternal y precordial, coincidencialmente en otros congresos de Cardiología (Madrid y Barcelona, mayo y agosto). En Chicago (noviembre) se exacerbaron las manifestaciones clínicas, al punto que debí abstenerme de asistir a las sesiones académicas el último día del congreso y logré llegar a Imbanaco para que uno de mis colegas y compañero de viaje, Carlos Tenorio, cardiólogo intervencionista, me sometiera a un cateterismo cardiaco (coronariografía para realizar angioplastia + implantación de 1 stent) que, inusualmente, duró tres horas por mi precaria anatomía coronaria llena de ateromas.
Fortunosamente, y a pesar de otras complicaciones que debí sortear en los 10 días siguientes, salí vivo, sin angina, con algo de disnea residual y con el ánimo intacto para seguir vigilante de los corazones de mis pacientes. ¡Uno de ellos, el Sagrado Corazón de Jesús!”.
El mundo no se va a acabar y la vida es bella. Felicitaciones, mi Doctor Vera.