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Deep Throat

“Murió mientras trataban de resucitarla”, respondió el acongojado y virtuoso Larry Marchiano,...

18 de marzo de 2014 Por: Jotamario Arbeláez

“Murió mientras trataban de resucitarla”, respondió el acongojado y virtuoso Larry Marchiano, segundo esposo de Linda Boreman, según la traducción de María Angélica Forero a la pregunta de Julito Sánchez, en la FM, la fatídica mañana del 25 de abril de 2002. Días antes se había estrellado en su auto, en la Norteamérica que la hizo millonaria predicando con el ejemplo, quien en el mundo del celuloide porno se hizo llamar Linda Lovelace, estrella de la cinta Garganta Profunda, la versátil actriz de un papel poco higiénico por cuya boca se nos volvía agua el grifo en la década del 70, consagrada por una máxima pirueta sin efectos especiales esófago adentro después de hacer traquear la tráquea, donde tenía feliz y singularmente instalado el clítoris.Esta actriz de la película porno más exitosa e influyente de todos los tiempos, según la crítica calificada, fue la adelantada precursora de Mónica Lewinsky, quien se desempeñara fuera de cámara en el salón oval al servicio del hombre más famoso de la tierra, famoso a su vez por declarar que la fumaba sin aspirarla. Vino a saberse por su último cónyuge, experto en extraterrestres, vegetariano y zanahorio, que Linda, luego de convencernos con sus grandes capacidades histriónicas, terminó convertida, de estandarte de la revolución sexual en una dama ejemplar, adalid del feminismo, quien en los últimos veinte años se dedicó a despotricar contra la pornografía, sobre todo entre la chiquillada universitaria, luego de haber dejado al mundo con la boca abierta al contemplarla enguargüerar el abultado cilindraje del más dotado de sus compañeros de reparto. Con sólo 30 mil dólares de producción se rodó esa película que produjo US$600 millones. Pero vino a saberse que su relevante desempeño, que la hizo millonaria y famosa, fue producto de las amenazas de su primer marido, Chuck Traynor, quien con otra pistola en la sien que no alcanzó a salir en la cinta, la obligó a dar albergue tras el cielo del paladar al talento del coprotagonista, mientras los camarógrafos se esforzaban en el primerísimo primer plano. Acude al ginecólogo porque no alcanza el orgasmo. El doctor Young, luego de hacerle sacar la lengua, descubre que tiene el clítoris en el fondo de la garganta. En adelante oirá campanitas al alcanzar, a su modo, los más desmedidos clímax. La película la tenía pero la presté y no recuerdo al enerve. En cambio acaban de regalarme la cinta Lovelace, donde la preciosa Amanda Seyfried hace el papel de Linda.Denunció el príncipe desheredado que las enormes ganancias que produjo la cinta fueron a engrosar los bolsillos del consorte descubridor, quien la dejó prácticamente succionando, para utilizar un sinónimo de la inflexión verbal con que se designa a los tumbados. Paz en su tumba y descanso eterno a su masetero. Murió mientras la trataban de resucitar, y no propiamente con respiración boca a boca, en la clínica donde llegó prácticamente tiesa. Me da mucha vergüenza utilizar una nota fúnebre de tanto sentimiento para ponerme a cazar gazapos, con esa frase que, a pesar de lo absurda, me parece de una patética belleza, todo un verso elegíaco, así haya sido un delicado traspiés de la traductora, “murió mientras la trataban de resucitar”. Me hizo acordar de Blanca Nieves, quien sí resucitó cuando por el tropezón de uno de los enanos que portaban su ataúd, se le salió el tronco de manzana que le atoraba la garganta. Y les juro a las damas que no me burlo de las líderes atragantadas por el feminismo, a quienes recuerdo que hay quienes han alcanzado el estrellato con causas más amables y productivas que perorar y cantaletear al abrir la boca.

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