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Cómo hacerse poeta rápido

De sus observaciones y charlas en ese lapso se fue conformando este método, tan sabio como irónico, tan sobrio como orgiástico, acerca de la profesión más antigua del mundo -tal es la poesía- porque la prostitución llegó de segunda.

25 de octubre de 2021 Por: Jotamario Arbeláez

Todos estuvieron de acuerdo, desde que reventó el nadaísmo y él publicó su primer libro, que su mejor poeta era X-504, quien se firmaba con esa placa de nave y escribía desnudo, según confesara a su reportero Gonzalo Arango. Estos fervientes admiradores fueron tímidos, sin embargo, pues no aventuraron que se trataba del mejor poeta vivo de Colombia, tal vez de Latinoamérica y uno de los mejores que quedaban en el mundo, con Ledo Ivo.

Fue tan escandalosa la gloriole del silente X-504, seudónimo utilizado para esconder a Jaime Jaramillo Escobar del prestigio y admiración, e impedir que lo echaran de su puesto público en la Administración del Valle, que una vez en la calle decidió retornar a firmarse con sus apelativos de pila, pero para volverse aún más hermético. Con los Poemas de la Ofensa, ganó en 1967 el Premio de Poesía Cassius Clay.
Luego de publicar este libro, se sumió por 12 años en la publicidad, sin escribir ni un verso, lo que le mereció más reconocimiento de la poetumbre, o sea de los poetas airados con el nadaísmo.

Le dio rienda suelta a su pretensión de gerente -en su empresa O.P. Institucional- con Amílcar, Eduardito Escobar y Jotamario como creativos, para hacernos ricos y cuando tarde nos llegará la vejez continuar haciendo poemas. Pero por instrucciones del Profeta, en busca de recuperarlo a él a tiempo para la poesía, lo hicimos quebrar en su empresa de Bogotá, y retornó a Cali, a sus piscinas olímpicas, a sus forrados bluyines, a sus fervorosos muchachos de risa loca y a la escritura automática de sus poemas represados, que lo llevaron a ganar, con su libro Sombrero de ahogado, el premio en el concurso Eduardo Cote Lamus de Cúcuta, y el premio de la Universidad de Antioquia con Poemas de tierra caliente. Escribió otros dos que mantiene en conserva: Poesía pública y Poesía revelada. Y marchó a Medellín, donde desde hace 20 años regenta su Taller de Poesía en la Biblioteca Pública Piloto, con tal dedicación que casi no asiste anteanoche en la Feria del Libro a la presentación de su obra, Manual fácil y rápido para ser poeta. Tomo I.

De sus observaciones y charlas en ese lapso se fue conformando este método, tan sabio como irónico, tan sobrio como orgiástico, acerca de la profesión más antigua del mundo -tal es la poesía- porque la prostitución llegó de segunda. Primero fueron los poetas tristes y después las damas de la vida alegre, que vinieron con sus laúdes a sacarles los males de adentro. Conocí al Poe -como se le dice-, en 1959, en una conferencia de Gonzalo Arango en Cali, y supe que habían estudiado juntos en el Liceo Juan de Dios Uribe, de Andes, Antioquia. Y que la lealtad con su amigo le conminaba a acompañarlo en su aventura. Me capturó para su cenáculo cuando me mostró Poeta con revolver, y allí leí la más adecuada definición del bardo de nuestro tiempo: “El poeta, ese ser que toma trago contigo y orina contra las paredes”.

Merced al Método fácil y práctico para ser poeta podrán ser poetas los colombianos que aún no lo son. Para terminar retomo del libro una reflexión: “Por la poesía se conoce a Dios directamente. Por la Teología se le conoce teóricamente. Mientras el teólogo elabora sus intrincadas abstracciones, Dios y el poeta están sentados en un rincón del parque, riéndose a carcajadas de los teólogos. Cualquier santica de convento conoce mejor a Dios que el Papa, porque el Papa le quiere montar la competencia, mientras que la monjita está muy humilde en su celda, plenamente ocupada en ser una con Dios, que es la única manera de conocerle. El Papa, en cambio, le dice. ‘Señor: Usted es Dios. Yo soy el Papa’. Y el Señor le responde: ‘Muy bien. Allá Usted’”.

Este es el poeta al que la eternidad esperó por 89 años y se lo llevó de la mano. Y del que el novelista Pablo Montoya, para cobrarle una vieja deuda de resentimiento, orinó sobre su tumba fresca.

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