La paz es fruto de la justicia
“La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia (Is 32, 7)”.
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12 de feb de 2019, 11:35 p. m.
Actualizado el 21 de abr de 2023, 07:28 p. m.
En el número 78 de la constitución pastoral ‘Gaudium et spes’ del Concilio Vaticano II dice: “La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia (Is 32, 7)”.
La paz en la cultura bíblica cristiana como lo dice el salmo, es sin duda fruto de la justicia: “La justicia y la paz se besan”, y no sin razón uno de los nombres más repetitivos de Dios en el libro sagrado, y muy significativo, es el “Dios de la justicia”, el “Justiciero”; y el pueblo de Israel esperaba ese Mesías, el que nos traería la paz.
Por esto he querido traer ciertas definiciones o frases de algunos seres humanos que de alguna manera han reflexionado y definido muy significativamente la paz. Jimi Hendrix dice: “Cuando el poder del amor sobrepase el amor al poder, el mundo conocerá la paz”.
De igual manera, el autor del Principito, Antoine de Saint-Exupéry, nos recordará la esencia de la paz al decirnos que “si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor”.
Y por qué no reflexionar en lo que decía el filósofo medieval Baruch Spinoza: “La paz no es la ausencia de guerra, es una virtud, un estado de la mente, una disposición a la benevolencia, la confianza y la justicia”.
Y finalicemos nuestra mirada con la sencillez y riqueza de santidad con la que nos invita la madre Teresa de Calcuta a construirla: “La paz comienza con una sonrisa”.
Atrevernos a mirar de frente al otro sin ver en él a un enemigo y ser capaces de sacarle una sonrisa, es el camino para construir la “nueva política: la buena”, porque como dice Hendrix, iniciaremos el camino del amor que sobrepase las ganas del poder y así estaremos usando la inteligencia para ponerla al servicio del amor.
Solo así, al sentarnos a dialogar nos dispondremos con sinceridad a la benevolencia, se buscará la justicia, se creará la sincera y verdadera confianza entre los interlocutores y no buscaremos lo personal ni grupal, sino el bien común, el de todos.
Entonces nuestras mentes entrarán en estado de construcción de un mundo soñado, ideal, donde la paz, y la justicia se besan. Hemos encontrado la verdadera fraternidad, construimos la familia: la patria.
Dado que los seres humanos somos sumamente frágiles; vulnerables, es necesario que reconozcamos la necesidad de un firme dominio sobre nosotros mismos y al mismo tiempo, una vigilancia constante de la autoridad legítima para asegurar el bien de las personas y su comunicación espontánea.
Para ello debemos tener el firme propósito, todos, de respetar a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad para reconstruir el tejido social que nos lleve a vivir en comunión, en orden a construir la paz, esa paz que supera lo que la justicia puede realizar, porque es ya fruto del amor entre los seres humanos.

Sacerdote, párroco en María Madre de la Iglesia en Vipasa y Prados del norte, fue director del Centro de Investigaciones de la Arquidiócesis de Cali, profesor de Teología en el Seminario Mayor San José de Panamá, y párroco en Buga y en Cúcuta. Escribe para El País desde 1999
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