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Contradicciones encapuchadas

Qué lejos están, los encapuchados de cuarta que penosamente dominan la Universidad del Valle, de representar la lucha contra la inequidad social, como supuestamente defienden a punta de papas bomba...

9 de abril de 2019 Por: Jorge E. Rojas

Qué lejos están, los encapuchados de cuarta que penosamente dominan la Universidad del Valle, de representar la lucha contra la inequidad social, como supuestamente defienden a punta de papas bomba, bloqueos y tiros de tatuco. Porque esa es la razón de su demencia incendiaria, ¿no? Protestan por la falta de oportunidades para estudiar y trabajar que tiene la gente, empuñan sus manos en identificación con los excluidos, gritan contra la burguesía, contra Uribe paraco y Duque marioneta, saltando a la calle convencidos de ser los redentores de una causa que sin ellos estaría perdida. Vaya ejemplo de contradicción el que enseñan, cuando los perdidos son ellos.

Para empezar, al haberse convertido en lo que se han convertido, están legitimando día tras día la perpetuidad de una figura como la que intentan repudiar. Con lo que demostraron la semana pasada, cuando desde la Calle Quinta apuntaron un tatuco con envase de bazuca contra el helicóptero de la Policía, quedó claro que hace mucho pasaron de ser unos cuantos revoltosos para constituirse en una célula terrorista. Un día después, en declaraciones a este diario, el rector de la Univalle, Édgar Varela, calificó lo sucedido como la peor tragedia que han padecido durante los últimos años, teniendo en cuenta que los desmanes del miércoles dejaron seis heridos y un muerto, además de graves daños a la estructura física de la universidad.

Los capuchos dejaron de ser un puñado y en esta nueva presentación en sociedad se han contado en más de cien. Un pelotón enajenado que por más de dos horas enfrentó al Esmad con explosivos rudimentarios pero mortales. Un grupo conformado por disidentes de las Farc mimetizados bajo el rótulo de ‘Juventudes del M19’, milicianos del ELN, y ‘Comandos Clandestinos’, que no son otra cosa que los narcotraficantes de izquierda que manejan las poderosas líneas de droga que hace un montón aterrizaron en el ‘aeropuerto’ de la Univalle, ahí cerquita del lago, que es la caleta de los alijos que cada semana les llegan del Cauca y desde donde no solo hacen transacciones al menudeo, sino negocios que pudren el resto de la ciudad. Entonces mire usted la paradoja: justo esa combinación que hoy configuran para rebelarse contra la derecha, fue la que en buena medida, y en su momento, catapultó a Uribe presidente, quien salió elegido avalado por el hastío del país que se hartó de vivir sometido por el miedo y los excesos del matrimonio entre guerrillos y narcos. ¿Están, los vándalos de la capucha, abonando terreno para un Uribe a su medida?

La pregunta no plantea el exterminio. A Uribe no lo voté, no creo en su inocencia a prueba de Cortes, sus tuits son despreciables. Pero la universidad no les pertenece a los camaradas encapuchados, y de continuar el camino perverso que marcan llegará la hora de un gobernante envenenado de ese estilo, que emita la orden judicial necesaria para que el campus sea militarizado y allá adentro empiece una guerra por la paz. Cualquier parecido con la realidad no será coincidencia. En la actualidad, tanto el Rector como la Gobernadora se oponen a la militarización, conscientes de que eso es exactamente lo que pasaría, pero para que dimensionen lo que han generado, ya fue aprobada la entrada de la Fiscalía a Univalle.

Son tan contradictorios los encapuchados que braman por la igualdad, que cada que bloquean la Quinta escupiendo papas bomba contra Unicentro, a quienes más perjudican es a los trabajadores de ese centro comercial, que dependen de los visitantes para mantener el trabajo.

Terminan damnificados los transportadores, los vendedores de semáforo, las empleadas domésticas de ese rincón del sur, los enfermos que necesitan llegar a la Valle del Lili. ¡Vaya revolucionarios! Y para completar, están las contradicciones de los alumnos de terrorismo que tristemente crecen en esa Universidad, como los que este lunes, apiñados en un grupo paradójicamente denominado ‘comisión de derechos humanos’, atacó a golpes un equipo periodístico de El País que había entrado a buscar la verdad sobre lo que allí ocurre. ¿Qué temen que descubran? ¿No que apenas son inocentes estudiantes?