Columnista
IA para educar mejor
Aunque la IA facilite datos y organice contenidos, la enseñanza sigue siendo un acto profundamente humano, de acompañamiento y de sentido.
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1 de dic de 2025, 01:35 a. m.
Actualizado el 1 de dic de 2025, 01:35 a. m.
Si hay un sector que ha tenido que evolucionar con fuerza en los últimos años, ha sido el educativo. Las preferencias de los jóvenes hoy por formaciones más específicas, de corta duración y orientadas a ingresar rápidamente al mercado laboral han obligado a las instituciones, especialmente las universitarias, a transformar su oferta hacia programas más especializados, intensivos y de vanguardia, acordes con las demandas actuales de los mercados. A esto se suma el cambio demográfico que vive la humanidad -y que no es ajeno a nuestro país-, con menos niños y más adultos, lo que ha llevado a replantear la oferta académica, donde los adultos mayores pueden asumir un rol más relevante.
Un desafío adicional es la irrupción de la Inteligencia Artificial. Sin duda, la IA ha revolucionado nuestras interacciones, incluidos los procesos educativos. Pero está claro que incorporar la IA no desaparece el aula y la interacción que sucede en un salón de clases, sino que permite abrir nuevas puertas para el aprendizaje. En Colombia, por ejemplo, hay ya 865 programas académicos activos relacionados con IA, y otros 90 en proceso, según el Ministerio de Educación. Para estudiantes universitarios en Colombia, la adopción de IA ya es masiva: un 91 % reporta que la usa como herramienta de apoyo en sus estudios. Por otra parte, la cobertura de internet en sedes educativas ha avanzado significativamente, pues entre 2021 y 2025 se incrementó en 177 %, alcanzando un 59,6 %, según MinTic. Esta conectividad, sumada a mejoras en la relación estudiantes/computador, crea una base mínima para pensar en integración real de tecnologías como la IA, especialmente en contextos urbanos y con mayores recursos.
La IA podrá transformar profundamente la manera como enseñamos y aprendemos. Sin embargo, lo que sí está claro, y como bien lo señala Gabriel Vallejo en su libro ‘Servicio en tiempos de Inteligencia Artificial’, la IA nunca sustituirá la interacción entre profesor y alumno; por el contrario, debe potenciar las fortalezas del rol docente y enriquecer la experiencia formativa.
La IA puede ampliar la capacidad educativa, pero no reemplaza la relación humana ni el sentido de propósito. Las instituciones que entiendan esta premisa estarán mejor preparadas para enfrentar los cambios demográficos, sociales y culturales que ya transforman el panorama educativo. Ninguna plataforma, algoritmo o modelo generativo es capaz de reproducir la creatividad genuina, la empatía, el pensamiento crítico, la ética, la vocación y el encuentro auténtico entre maestro y estudiante. Aunque la IA facilite datos y organice contenidos, la enseñanza sigue siendo un acto profundamente humano, de acompañamiento y de sentido.
Implementar la IA en el sistema educativo implica grandes desafíos. Como advierte Vallejo, se requiere inversión en infraestructura, capacitación docente y políticas públicas que garanticen equidad. Existe además el riesgo de que un uso inadecuado de estas herramientas vaya en detrimento del pensamiento crítico, la creatividad y la autonomía intelectual. Usarlas sin orientación docente puede promover un aprendizaje superficial.
La IA puede hacer más eficiente el ‘cómo’ enseñamos; pero siempre será un desafío que el sistema educativo forme seres humanos más conscientes del ‘para qué’. Ese es el territorio más profundo de la educación: formar ciudadanos capaces de construir un futuro más justo y sostenible. La responsabilidad social inherente a esta exige la formación integral de ciudadanos comprometidos con la sociedad. Ahí está el gran reto.

Economista y MBA con énfasis en negocios internacionales. Exsecretario general de la Gobernación del Valle y Privado de la Alcaldía de Cali. Exdirector del Comité Intergremial y Empresarial del Valle. Actualmente, fortaleciendo la economía solidaria desde el Grupo Coomeva. Hincha del Deportivo Cali. Papá de Manolo y Agustín.
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