Hechos, no intenciones
Es hora de convertir los problemas en oportunidades. Se requiere audacia, cooperación y profesionalismo en la gestión
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7 de ene de 2023, 11:40 p. m.
Actualizado el 18 de may de 2023, 03:03 a. m.
Todo proceso de desarrollo regional exige identificar oportunidades y amenazas, planificar la ejecución de tareas para impulsar los propósitos sociales y económicos con base en sus fortalezas, asignar responsabilidades y movilizar recursos. El reto de articular esta secuencia de tareas previa a la ejecución de programas y proyectos es enorme. La materialización de propósitos es mucho más compleja: el diablo se esconde en los detalles, la mayoría de los cuales no son fáciles de anticipar, aún con la más exquisita planificación.
Las circunstancias del suroccidente de Colombia obligan a hacer las tareas en forma sobresaliente. La región no parece darse cuenta de que no hay interés en Bogotá para abordar sus problemas; la pobreza es condición de casi la mitad de la población; el Estado ha fracasado en los intentos por monopolizar la fuerza y derrotar a la ilegalidad de diversas iniciativas ligadas al narcotráfico.
Es hora de convertir los problemas en oportunidades. Se requiere audacia, cooperación y profesionalismo en la gestión. El Pacífico es el mayor reto, por su importancia en la economía mundial, pero exige estrategias para convertir a Buenaventura en ciudad próspera e importante.
La transformación de Cali en epicentro tecnológico, por su parte, exige revisar el diseño urbano para aprovechar bien el área, facilitar movilidad y reducir en forma drástica la tasa de homicidios, que dobla el promedio nacional. Se podría traer inmigrantes de cuarta edad del primer mundo a residir en el Valle para aprovechar el clima y la capacidad profesional para servicios de salud, pero se necesitaría seguridad e impulsar el bilingüismo.
Para movilizar recursos se podría unir voluntades de empresarios y capitalizar una corporación financiera. Sería procedente hacer actualización masiva de capacidades gerenciales al más alto nivel en el sector público y el privado. Además habría que enderezar la educación pública, en general de mala calidad, y reeducar a las élites regionales para abrir los ojos al mundo actual: ampliar perspectivas es entender los procesos sociales en curso en Occidente y Oriente, las amenazas ambientales, los riesgos por armas de destrucción total, y las necesidades de bienes y servicios del planeta en las próximas décadas.
Colombia no es sitio ideal para esfuerzos colectivos en pro del desarrollo regional, porque los procesos públicos para la articulación entre gobierno central y regiones son pésimos y la sociedad, desigual y sin perspectivas de crecimiento económico, se debate en discusiones políticas de poca utilidad. Sin embargo, la problemática propia del Suroccidente, más seria que la del resto del país, obliga a la audacia.
Será preciso abandonar los programas asistencialistas creados con motivo de la epidemia global de coronavirus, pues no tienen alcance adecuado ni sus resultados generan impulsos sostenidos. Hay que estudiar mucho más, y aprender a aprender para impulsar cambios permanentes. Hay que repensar lo público, al menos para la región suroccidental, y establecer estrategias para comunicación masiva y permanente: hay que vender ideas, comunicar tareas, notificar avances y compartir frustraciones. La transformación regional debe ser proyecto de todas y todos.
Los esfuerzos divinos en la creación del mundo según la tradición hebrea tomaron seis días, y solo en el séptimo el autor de la totalidad descansó.

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.
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