El país y la región
La guerra civil tras el asesinato del líder liberal Jorge E. Gaitán en 1948, solo terminó con los acuerdos de Sitges y Benidorm...
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3 de may de 2022, 11:35 p. m.
Actualizado el 18 de may de 2023, 04:58 a. m.
El suroccidente de Nueva Granada no tenía clara alineación con Santafé de Bogotá en el momento de la separación iberoamericana de España, tras la invasión napoleónica a la península. Popayán, asiento de la élite que hacía minería de oro en Chocó, podía sentir más afinidad con Quito; Pasto mantuvo su lealtad con la corona durante las guerras de independencia. Durante el Siglo XIX, Popayán fue importante en Colombia, país pobre, anegado por guerras civiles por la pugna entre centralismo y federalismo, y entre élites liberales y conservadoras.
En 1886 se ordenó el Estado con una constitución centralista, que sustituyó la fallida federalista de 1863, pero solo hubo paz cuando el país se agotó en la guerra de los mil días, entre 1899 y 1902. Hubo casi tres décadas de hegemonía conservadora. El Partido Liberal, renovado en 1922 bajo los lineamientos acogidos en la convención de Ibagué, llegó al poder en las elecciones de 1930 y se sostuvo hasta 1946, con desgaste por imputaciones de corrupción durante el segundo gobierno de López Pumarejo, presidente modernizador en sus dos períodos (1934-1938 y 1942-1945), que transformó la Constitución en liberal, pero mantuvo el centralismo.
Los conservadores, impulsores de la doctrina social católica, introdujeron nuevas instituciones para mejorar las condiciones en el campo, tuvieron el poder hasta 1953, cuando la radicalidad de Laureano Gómez, que atizaba la guerra entre liberales y conservadores, desembocó en golpe militar de Rojas Pinilla.
La guerra civil tras el asesinato del líder liberal Jorge E. Gaitán en 1948, solo terminó con los acuerdos de Sitges y Benidorm, cuyas consecuencias fueron el derrocamiento de Rojas, la conformación de una junta militar de perfil moderado, y la alternación del poder entre los dos partidos durante 16 años.
La economía creció con la urbanización y la reducción del analfabetismo, pero la institucionalidad política no abrió espacios a la innovación, y el esquema centralista facilitó la penetración del narcotráfico en la periferia en los años 70 y 80, con apoyo de grupos rebeldes con retórica socialista. El valle del río Cauca, de desempeño económico excepcional bajo la política de protección a la producción nacional hasta 1974, perdió dinamismo, y Cauca, Nariño y Putumayo no se desarrollaron de manera satisfactoria, lo cual desembocó en gran producción de cocaína.
Los carteles colombianos fueron importantes en la criminalidad mundial hasta que el magnicidio en 1989 de Luis Carlos Galán, aspirante a la presidencia con gran probabilidad de victoria, obligó al Estado a hacerles la guerra. La retórica modernizante desembocó en la Asamblea Constituyente de 1991, que estableció la misión de construir el Estado Social de Derecho, con equilibrio de libertad y solidaridad, y al tiempo procesos en abierta contradicción con el objetivo. Hoy, con gasto público de más de 30% del PIB, son lastre para lograr el crecimiento acorde con las exigencias de una sociedad comunicada con el mundo.
El PIB per cápita del Suroccidente es del orden de 75% del promedio nacional, el narcotráfico campea, la tasa de homicidio casi dobla el promedio del país y su infraestructura es inadecuada. Así las cosas, la región debería exigir instituciones que reivindiquen su capacidad para construir un futuro mejor, con autonomía para materializar estrategias de desarrollo social y económico, y con perspectivas claras de paz.

Economista y abogado. Director de Crédito Público del Ministerio de Hacienda y Presidente del Banco Central Hipotecario (1991-1994). Escribe en el periódico desde hace siete años.
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