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De manera que en la administración que arranca está proscrita la ‘mermelada’. No conozco gobierno que lo haya logrado, y la razón es de una sencillez atronadora: ninguno se lo ha propuesto.

8 de julio de 2018 Por: Gustavo Gómez Córdoba

De manera que en la administración que arranca está proscrita la ‘mermelada’. No conozco gobierno que lo haya logrado, y la razón es de una sencillez atronadora: ninguno se lo ha propuesto. Hasta mi mamá la usaba en casa. La ponía siempre en el patio de ropas, al lado del Cubrerrasguños. La llamábamos 3 en 1, maravilloso, como en la política, para que las bisagras giraran.

Con más humor y sentido pedagógico que maldad, el entonces ministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry lo explicó cuando el Congreso daba vía libre al nuevo marco legal de las regalías, allá en 2011. Dijo Echeverry que “vamos a repartir la mermelada en toda la tostada nacional”, ¡y ahí fue Troya!

Tanta razón tenía Echeverry, como la tuvo, y cuesta reconocerlo, Turbay Ayala cuando prometió reducir la corrupción a sus justas proporciones. Viniendo de un político tradicional, sus palabras fueron un pequeño tsunami, pero Turbay, que se equivocó en muchas cosas, en esto acertó: el que prometa erradicar la corrupción (con o sin referendo), se compromete a levitar sin ayuda de magnetos.

La corrupción, como dijera aquel versado en la materia, Guido Nule, “es inherente a la naturaleza humana”. Nacemos para sucumbir a la tentación. Lo sensato es asegurarnos de combatir esa propensión al abuso combinando todas las formas de lucha (parafraseando a las Farc, que hoy conjugan el ejercicio de la política sin fusiles).

Si Turbay lo planteó para eludir la responsabilidad de responder ante la sociedad por las onerosas triquiñuelas del Establecimiento, y si Nule lo afirmó para justificar su evidente propensión al acaparamiento de dineros públicos, es otra cosa. No meto la mano al fuego por Echeverry, ni por nadie, pero entiendo que lo dijo para explicar que si el gobierno no derrama por los peñascos de las regiones el dinero, nada se mueve en este paquidérmico Estado bogotanista.

La ‘mermelada’ está lista en el gobierno Duque. El primer incentivo está a la vuelta de la esquina. Los caciques regionales y la corte de saqueadores que aspira a las alcaldías y gobernaciones ya le está mandando el mensaje al gobierno: o repartes o te friegas, porque la única manera de parar en seco a Gustavo Petro es girándoles a ellos para hacer campañas exitosas que le amarguen la fiesta democrática a los aspirantes petristas.

Duque cederá. Seguramente dejará que la tarea la haga quien mejor sabe de repartir dulces potajes sobre tostadas: Uribe. Y el propio presidente hará lo propio en un escenario donde la ‘mermelada’ siempre es recibida como respetable inversión: Bogotá. No olvidemos que el centralismo indica que lo que se haga por Bogotá es pujanza y lo que se destine a los departamentos y municipios es marrulla.

Si la terquedad de Enrique Peñalosa no se lo impide, Duque será el gran aliado de su administración. No por cariño, sino por cálculo. Bogotá popular es territorio petrista y el Centro Democrático no se va a sentar a ver cómo se crecen los electores ‘humanos’ en la ciudad-país.

Consejo no pedido para nuestra turbia clase política: broncéense estos meses y logren espaldas color canela de genuinos tostados dérmicos. Estén listos, que el cuchillo pronto los untará con frutales recursos desde los hombros hasta el trasero.

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Ultimátum. En octubre son las elecciones regionales y municipales en Perú. Recorro el país. En todos los pueblos veo casas humildes rebosantes de publicidad política prometiendo sueños y futuro. Me siento en casa.

Sigue en Twitter @gusgomez1701