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Quiérase o no, el país se ha enrutado por la vía de un proceso de paz que seguramente no es el mejor, ni el de más efectiva implementación. Pero es lo que se tiene y lo que debe mantenerse, defenderse y perdurar.

8 de septiembre de 2019 Por: Vicky Perea García

El asunto aquí no es de los afanes relativos a la deprimente política partidista o a los intereses individuales. El objetivo principal es Colombia. Quiérase o no, el país se ha enrutado por la vía de un proceso de paz que seguramente no es el mejor, ni el de más efectiva implementación. Pero es lo que se tiene y lo que debe mantenerse, defenderse y perdurar.

La reagrupación insurgente que han desatado ‘Iván Márquez’ y ‘Jesús Santrich’, acompañados de personajes diestros en causar el mayor daño a la nacionalidad, obligan a tomar decisiones de definitiva e indiscutible eficacia. Si se deja prosperar el sueño seudopolítico que los delincuentes proponen, los más amargos días y el agrietamiento de todo el país será cuestión de meses. No nos quedará hueso sano.

De allí que la legendaria táctica que se atribuye al avestruz, de enterrar la cabeza, es jugar, y la cuestión está de moda en el Amazonas, con fuego en un ámbito cargado de combustibles y explosivos. Si el presidente Iván Duque no exige drásticas faenas contra el grupo al margen de la ley, estaremos en nada o perdidos para siempre.

Tienen hombres avezados, poseen elementos materiales para causar gravísimos daños, cuentan con fuentes monetarias para realizar aterradoras empresas de destrucción y reciben apoyo internacional de vecinos o de países más alejados. No serán las Farc como las conocimos, pero no parece inteligente desestimarlos.

O el Ejecutivo, con sus Fuerzas Armadas y organismos de justicia, ofrece casi de inmediato resultados positivos en el control y desarticulación de tamaña avalancha de violencia que se anuncia estruendosamente como el poema ‘Marcha triunfal’, de Rubén Darío, o la hecatombe nos pisará los talones.

La inercia o ineficacia hará que antiguos facciosos dejen su quietud u oficios legítimos para engrosar esa nueva empresa criminal. Los países extranjeros de manifiestas afinidades con los subversivos, endurecerán su tendencia colaboradora. La mafia de la droga, poderosa y omnipotente, se meterá de lleno en el fatídico asunto. Elementos, todos, de una tormenta perfecta.

Y, mientras tanto, el gobierno sigue implorando a Cuba, sin adelantar el más mínimo paso, que le entregue delincuentes internacionales, o poniéndose los más suaves guantes para tratar a Venezuela, que desarticula nuestra economía con las miríadas de refugiados y nos reta con la ayuda que presta a los violentos.

El alimento de todo esto, la coca, no puede seguir en el frigorífico. Con la forma técnica adecuada y sin riesgo a la salud, debe resolverse lo de la reducción de cultivos. Entretanto hay que potencializar el decomiso de la pasta de clorhidrato de cocaína y el retén a los precursores químicos.

No más: a pasar ya de las declaraciones y condenas verbales. Aunque débil en su cuestionada cúpula, al Ejército hay que ponerlo a actuar, sin detrimento de los derechos humanos, y la suficiente contundencia para, más bien, defender los derechos de los humanos que, inermes, enfrentamos la amenaza de nuevas formas de terrorismo.

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Ultimátum.
Cuando Álvaro Castaño Castillo cedió la frecuencia de la HJCK en virtud de un rentable acuerdo económico y la llevó a la Internet, saltaron algunos a recordarle la responsabilidad de no sacar del dial a tan reputada joya radial. Y él les dijo que, si tanto querían la cultura, tuvieran la bondad de pautar. De la misma manera, si mucho les duele la situación de Noticias Uno, simplemente enciendan el televisor y vean el noticiero. Eso de amar sin dar besos no funciona.

Sigue en Twitter @gusgomez1701