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Octubre 23, 2016 - 12:00 a. m. 2016-10-23 Por: Gustavo Gómez Córdoba

La cacería comenzó en la Universidad Nacional. Un grupúsculo trata de encontrar a los estudiantes que borraron la imagen del Che Guevara de una pared. En su búsqueda han recurrido a amenazas y presiones, y se sabe que están dispuestos a todo para ubicar a quienes se atrevieron a echar pintura sobre la imagen del mítico Ernesto.La cruzada ha contado con los trinos de algunos políticos de izquierda, que manifiestan molestia por la desaparición de la imagen. Como si hubieran quitado el cóndor del escudo. Un puñado de brochazos elevados a la calidad de sacrilegio. Que Guevara sea una figura célebre de la historia del continente no lo discute nadie. Y esa imagen desaparecida de la Nacional es especialmente icónica. La desarrolló el artista irlandés Jim Fitzpatrick a partir de una foto que le tomó Alberto Díaz (Korda) a Guevara, en 1960, cuando asistía al entierro de las víctimas de La Coubre (embarcación que supuestamente fue víctima de sabotaje mientras descargaban armas y municiones en el puerto de La Habana).Todo eso hace parte de la historia y tiene un significado innegable para millones de personas. Pero no para todo el mundo. ¿Representa Guevara el sentir de los estudiantes de la Nacional? No. ¿Los estudiantes de las universidades públicas militan en la izquierda y ven a Guevara como una especie de modelo a seguir? No. ¿La vida y las palabras del revolucionario médico guían los principios educativos (o tan siquiera administrativos) de la universidad? No. Lo único cierto es que Guevara no simboliza los intereses y sentires de todo el mundo. Para muchos es un ejemplo nada positivo y una figura que no es digna de elogio o imitación. La representación de Jesús, que pasó la vida pidiendo respeto y amor por el prójimo, es sacada a patadas de los despachos públicos. En cambio, sobre el Che Guevara no puede haber queja o duda, sostienen quienes consideran adecuado que presida los espacios comunes de una universidad que también tiene el carácter de pública.Lo volverán a pintar en la Nacional. Y lo volverán a borrar. Las revoluciones suelen ser impuestas a la gente de manera obligatoria. Así como sus líderes que, por lo general, se eternizan en el poder y terminan siendo tan repugnantes como los tiranos que derrocaron. Pero la imposición siempre termina generando revoluciones personales de quienes no están dispuestos a pasar la vida como parte del rebaño.Bien ido el Che de la Universidad Nacional, así como cualquier otra imagen que pretenda imponerse para servir de ejemplo a las comunidades estudiantiles. La imaginería a la brava funciona en las organizaciones de carácter privado, pero lo público es harina de otro costal.Y un mensaje para los que insisten en encontrar y castigar a quienes erradicaron a Guevara: la verdadera revolución consiste en entender que pensar distinto no es un pecado. ***Ultimátum. El presidente Juan Manuel Santos asegura que cumplirá el mandato de la paz, como le corresponde. Y cita palabras que le compartió un consejero indígena: “presidente, usted recibió un mandato ciudadano (…) para hacer la paz. Por eso votamos por usted. Ahora con el Nobel tiene también un mandato claro y contundente de toda la comunidad internacional. ¡Cúmplalo!”. Prepara verbalmente a los colombianos para lo que viene: una salida jurídica de la Corte Constitucional que le permitirá tomar la vía de desconocer el resultado del plebiscito.Sigue en Twitter @gusgomez1701

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