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Un paso enorme

La carta en que las Farc admiten por primera vez la crueldad del secuestro, así como la aceptación que hizo ‘Timochenko’ del reclutamiento infantil y los abusos sexuales, son un paso enorme para la reconciliación y la construcción de verdad.

18 de septiembre de 2020 Por: Gustavo Duncan

La carta en que las Farc admiten por primera vez la crueldad del secuestro, así como la aceptación que hizo ‘Timochenko’ del reclutamiento infantil y los abusos sexuales, son un paso enorme para la reconciliación y la construcción de verdad. Si las Farc no admitían conductas tan repudiables y dolorosas y tan ampliamente documentadas muy difícilmente la sociedad iba a ofrecer un genuino perdón y los demás actores que tuvieron que ver en el conflicto iban a entregar su versión a la Comisión de la Verdad.

Es solo un primer paso. Falta que las Farc entren ya en detalle a reconocer el proceso de victimización -¿cómo y quiénes tomaron esa decisión?- y entreguen la información de muchos familiares de víctimas que aún no saben cuál fue su final y dónde están sus restos. Cierto, pero al menos ya hay una señal que las Farc van en ese sentido.

Y, ¿qué hay de los otros? Por el lado del Estado se ha avanzado mucho.
No son solo actos como la declaración de perdón de Santos cuando era presidente por el asesinato de líderes de izquierda, sino todas las sentencias judiciales y reparaciones hechas por los crímenes cometidos por funcionarios y agentes de Estado. Los políticos condenados por el Proceso 8000, la parapolítica, los falsos positivos y los vínculos con paramilitares son una demostración de que, mal que bien, el Estado ha reconocido una enorme dosis de verdad.

Aún así es cierto que falta mucho sobre todo del papel de ciertas élites políticas del nivel nacional que tomaron decisiones muy acomodadas acerca del conflicto, bien sea para evitar que la violencia llegara hasta ellos o bien sea para asegurarse cargos de poder.

De los terceros se espera más. Ganaderos, agricultores, comerciantes, distribuidores y muchos empresarios fueron víctimas cuando el conflicto llegó a sus regiones. Pero también es cierto que en determinado momento respaldaron la lucha contrainsurgente irregular. El argumento que se trataba de pura supervivencia en muchos casos puede ser válido.
No obstante, es importante para la reconciliación que lo expongan ante la sociedad. Así como es importante que se diferencien de aquellos casos donde el patrocinio de la lucha armada tuvo como fin la expropiación, la explotación económica, las ventajas en el mercado o las revanchas personales.

Los terceros tampoco pueden reducirse al sector económico ni a la clase política tradicional. De entrada, el Partido Comunista y la Juco deberían reconocer su responsabilidad y pedir perdón a la sociedad en la conformación de un ejército guerrillero que hizo del reclutamiento de menores y el secuestro una práctica de guerra. Como muchos otros terceros fueron víctimas pero, al igual que ellos, se involucraron en el conflicto. Lo mismo se extiende a muchas organizaciones de derechos humanos que manejaron una agenda doble con respecto a la insurgencia.
El caso de las comunidades de paz es más que evidente: se proclamó una neutralidad cuando en la práctica eran funcionales a las Farc y dejaban a sus pobladores en medio del fuego cruzado. ¿No deberían sus promotores dar una respuesta al respecto? ¿Por qué nunca condenaron a las Farc por no respetar la neutralidad?

El gran obstáculo para un proceso de construcción colectiva de la verdad, desde todos los actores, es el uso político que muchos le dan. Quizá otro paso importante sea que se le exija a las partes que demandan verdad que antes cuenten las suyas.

Sigue en Twitter @gusduncan