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Fabricando una verdad

La acusación al expresidente Virgilio Barco de haber dado vía libre al exterminio de la Unión Patriótica (UP) a partir de la recomendación de un agente de seguridad israelí resulta floja.

15 de enero de 2021 Por: Gustavo Duncan

La acusación al expresidente Virgilio Barco de haber dado vía libre al exterminio de la Unión Patriótica (UP) a partir de la recomendación de un agente de seguridad israelí resulta floja desde el punto de vista periodístico. Los datos están limitados a una sola fuente pero eso no es lo más cuestionable en la denuncia. Hay demasiadas incoherencias entre las actuaciones de Barco durante su gobierno y la idea de un plan orquestado desde la presidencia para exterminar a la UP.

Es cierto que cuando Barco llegó a la presidencia se desató la violencia contra la UP, pero el tema es que los victimarios fueron muy diversos y la mayoría de ellos no tenían una relación clara con el poder político central. Es más, algunos de ellos, pese a sus vínculos con un sector de las fuerzas de seguridad y la clase política para combatir a la guerrilla, como ‘el Mexicano’ Rodríguez Gacha tenían también una guerra a muerte contra el establecimiento: mataban ministros, candidatos presidenciales y ponían bombas en los barrios ricos de las grandes ciudades.

Tampoco es claro que las decisiones de gobierno de Barco estuvieran enfocadas a una política represiva contra la izquierda de manera irregular. Barco nombró alcaldes de la UP antes que entrara en vigencia la elección popular de alcaldes, derogó el decreto del Frente Nacional que facultaba al ejército para armar grupos de autodefensas y allanó el camino para los acuerdos de paz con el M-19 y el EPL.

En el fondo, la acusación a Barco apunta a una fabricación predeterminada de la historia que le dé sentido al conflicto colombiano como un conflicto de clases entre una oligarquía nacional y una insurgencia que toma la representación de los sectores oprimidos. Es una interpretación de la verdad que justifica moralmente la decisión de haber optado por la lucha armada, y de paso a todos los excesos y crímenes cometidos por las guerrillas, pero que no se ajusta a los hechos y a la complejidad del conflicto colombiano.

Poner a Barco como el gran determinador de un exterminio irregular es funcional a esa intención de fabricar la verdad porque se trataría de una figura de la élite política nacional, ni más ni menos que un presidente.
Como también sería perfecto si se pudiera relacionar a los grandes capitalistas de entonces, como a un Santo Domingo o a un Ardila Lülle.
Sería la demostración de que se trató de un conflicto nacional de clases, en que las posibilidades políticas dentro de los canales regulares de la democracia fueron cerradas por la violencia oficial.

No fue de esa manera. El exterminio de la UP por supuesto que ocurrió, como ocurrió una violencia sistemática contra muchos activistas de izquierda. Lo que no es cierto es que hubiera sido un parte de un plan o de una conspiración de las élites nacionales. La mayor parte de estos asesinatos tuvieron sus orígenes en otros motivos. El asesinato sistemático de políticos de los partidos tradicionales en las regiones, por ejemplo, fue el detonante para que muchos políticos respaldaran las acciones paramilitares contra la UP. El caso de Caquetá está bastante documentado. Del mismo modo, que la traición de las Farc a los narcotraficantes puso a la UP en la mira. Eso sin mencionar el secuestro.

La responsabilidad de las élites nacionales va por otro lado: ¿Por qué teniendo los medios del Estado central a disposición no evitaron tanta violencia y barbarie?

Sigue en Twitter @gusduncan