Desespero y frustración
Esta situación de desespero y frustración demuestra que se exageró mucho cuando se dijo que en la negociación de La Habana se estaba entregando el país a las Farc.
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12 de feb de 2021, 11:55 p. m.
Actualizado el 18 de may de 2023, 06:47 a. m.
La carta que ‘Timochenko’ le envió al expresidente Santos es sintomática de la situación de desespero en que se encuentra el partido de los Comunes.
Muchos excombatientes de las Farc viven bajo el riesgo de que los maten, más de 250 han sido asesinados, sin que el partido pueda hacer algo verdaderamente efectivo para evitarlo. Tampoco tienen los medios para exigir que el gobierno cumpla con los alivios sociales pactados en el acuerdo de la Habana. La reforma rural integral al día de hoy no es más que una promesa tan diluida como un periódico de ayer en un charco bajo un torrencial aguacero.
Los problemas que tiene ‘Timochenko’ para ofrecerle a sus bases unas mínimas garantías de cumplimiento de los acuerdos es aspectos tan básicos como la seguridad física y alivios socioeconómicos se juntan, además, con los problemas que tiene para mantener la unidad del partido. Las rupturas con facciones más radicales dejan al partido en una situación aún más precaria de lo que fueron las Farc en el momento que ingresaron a la vida civil y el liderazgo de ‘Timochenko’ y su línea bastante cuestionados. Puede que todavía sigan al mando del barco pero cada vez es un barco con menos tripulantes.
De allí el desespero de ‘Timochenko’ en su carta a Santos, en que le reclama que “el Nobel de Paz parece lejos en el tiempo y aunque seguramente luce elegante en alguna pared, solo vale si representa la verdad y se renueva”. Con toda razón pide que el gobierno haga más para garantizar la seguridad de los exmiembros de las Farc y el cumplimiento de los compromisos sociales del acuerdo. Lo frustrante es que al día de hoy no está en manos de Santos ofrecer mayores garantías. El gobierno es otro. Incluso parece una carta escrita a Santos para que escuche Duque.
Y hay más. El desespero y la frustración no parecieran ser solo consecuencias de los asesinatos de sus exmiembros. El futuro político del partido es incierto. De seguro no era la manera como las Farc se imaginaban en el momento que firmaron los acuerdos. Se veían jugando un papel más protagónico en la vida política del país, a la vez que contribuían a impulsar grandes transformaciones sociales, al menos en el campo. Ni lo uno ni lo otro.
Y si de hecho los exFarc tienen algo de protagonismo es por las decisiones de la JEP acerca de sus responsabilidades y los eventuales castigos que les impongan y no porque incidan por su propia capacidad de convocatoria en la agenda política nacional. Tanto así que en los próximos días una decisión que deberán tomar sobre si aceptan o no la imputación que les hicieron por delitos de lesa humanidad en el caso del secuestro va a tener enormes consecuencias políticas. Si lo aceptan le harán un favor a la izquierda que podrá reclamar al uribismo y al establecimiento que acepten sus responsabilidades en el conflicto. Si no lo aceptan pondrán a los políticos y partidos que los han apoyado en su reinserción a la vida civil en problemas frente al electorado. En ninguna de las dos situaciones los exFarc son protagonistas del debate. Ante todo son el motivo del debate.
Esta situación de desespero y frustración demuestra que se exageró mucho cuando se dijo que en la negociación de La Habana se estaba entregando el país a las Farc. Pero también muestra las limitaciones del estado, luego de cuatro años de firmada la paz, para ofrecer seguridad en las zonas que controlaba las Farc.
Sigue en Twitter @gusduncan

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.
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