El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Balance

El paro en las dimensiones de la movilización fue un éxito. Del mismo modo en sus formas. Salvo algunos focos y grupos extremistas, los cuales fueron rechazados por el resto de manifestantes, la movilización ocurrió sin violencia.

22 de noviembre de 2019 Por: Gustavo Duncan

El paro en las dimensiones de la movilización fue un éxito. Del mismo modo en sus formas. Salvo algunos focos y grupos extremistas, los cuales fueron rechazados por el resto de manifestantes, la movilización ocurrió sin violencia.

Sin embargo, no es tan claro que la marcha tenga efectos políticos similares a las recientes manifestaciones en Chile, Bolivia o Ecuador. No se deben esperar cambios en las políticas, en el gobierno o en las instituciones del Estado. Al menos no en el corto plazo.

Tampoco es claro que de la marcha vaya a surgir una nueva organización política que concrete los difusos motivos de quienes se manifestaron en demandas políticas: los estudiantes y los sindicatos estuvieron en el centro de todo pero están lejos de proponer algo distinto a asuntos de su sector. O que algún líder político se tome la vocería de la movilización. Petro trató por todos los medios de insinuarse como un gran inspirador pero tuvo suficiente prudencia para no pretender apropiarse de un liderazgo que lo hubiera mostrado como un oportunista.

No obstante, no debe subestimarse el significado y la importancia del 21N. Para el presidente Duque es una señal innegable que su gobierno atraviesa por una profunda crisis de credibilidad. No tiene un relato coherente, en el que le diga a la opinión de qué se trata su gobierno, hacia donde quiere dirigir el país. Lo que es peor, la ausencia de un relato hace que dentro de sus propias filas miren a su gobierno con suspicacia, como si no estuviera sintonizado con los lineamientos ideológicos del Centro Democrático.

De hecho, puede que la marcha no tuviera una demanda política concreta pero sí tenía un mensaje contundente: la gente no está contenta con cómo están las cosas y quiere más. ¿Más qué? En general, empleo, mayores salarios, bienestar, mejores servicios públicos como educación, salud, etc. Son aspiraciones legítimas de clases medias.

El gran mensaje de la marcha es que en Colombia existe un gran sector de clase media, que ha venido consolidándose en las últimas décadas, sobre todo luego de la bonanza de los precios del petróleo, y que no está dispuesta a renunciar a todas las mejoras alcanzadas. Más aún, es un sector de la sociedad que se siente con los derechos de exigirle más al Estado y a las elites económicas al respecto. Y es en ese sentido que no solo Duque, sino en general la dirigencia política y las elites económicas, no disponen de un discurso que se ajuste con las nuevas expectativas de la población, en concreto un discurso que evite falsas expectativas y persuada a la gente que antes necesita mucho crecimiento económico para alcanzar los niveles de bienestar a los que aspiran. No es fácil, porque a medida que las economías crecen es más complicado crecer más rápido.

Hay un margen de maniobra en la redistribución de recursos. Pero el problema no es solo tomar de quienes más tienen sin desincentivar la inversión. Igual de complicado es que los recursos no se pierdan en manos de la clase política y de sectores con mayor influencia en la repartición de la torta. Y aunque Duque ha tratado de hacerlo con su negativa a entregar mermelada, no ha podido convertirlo en un proyecto de gobierno en el discurso público.

En suma, el principal balance del paro es que existe una fuerza social latente, principalmente de clase media, que está a la espera de un líder político que sepa encauzar sus aspiraciones.

Sigue en Twitter @gusduncan