Todos tenemos el Rodríguez
Todos son igual de culpables de que Cali, todavía hoy, sea miedosa y peligrosa.
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1 de jun de 2022, 11:45 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:43 p. m.
En nuestra eterna miopía selectiva, acá a unos les gusta creer que los otros son más secuaces de los narcos que los otros. Lo cierto es que nuestra sociedad (nuestra, de caleña) está impregnada hasta los tuétanos del narcotráfico y sus valores alterados. No es cuestión de barrio, de estrato, o de raza. De nada, así algunos quisieran cambiarse de sangre.
Gilberto Rodríguez, aunque ni siquiera es caleño de nacimiento, terminó transformando con su familia mucho más las costumbres locales que otros iconos de estas tierras. Sus empresas se volvieron emblemas de la ciudad y sus n egocios de todas las naturalezas cavaron profundo en nuestros cimientos.
Unos dirán que nunca supieron quiénes estaban detrás de sus emporios, otros culparán al Estado por permitirlos. Ambos pueden ser ciertos, pero no excluyen que al tiempo se hicieran los locos y se lavaran las manos. Muchos en esta ciudad fueron y son cómplices de nuestra realidad violenta. Con el narcotráfico en el siglo pasado o con el crimen organizado de hoy.
Podemos discutir mucho sobre si el Esmad es asesino, sobre si la justicia es de izquierda, sobre si debería legalizarse el porte de armas y sobre mil temas más. Deberíamos empezar, sin discutir, arreglando lo que está mal en casa y que permite que el crimen pulule así no existiesen las discusiones anteriores. Cerrando filas con el rechazo social a quienes prefieren la plata fácil con plomo y sangre de por medio.
No es solo contra los capos tipo Rodríguez que asustan e intimidan. Es contra toda la red de cómplices activos y pasivos que, aún hoy, permiten que hacer negocios ilegales sea rentable financiera y socialmente. Los pilotos sin aerolínea, los que prestan nombres para propiedades, los que reciben regalos millonarios, los que facturan sin ingresos. Todos son igual de culpables de que Cali, todavía hoy, sea miedosa y peligrosa.
Y también empieza en casa que los caleños más jóvenes dejen de ver en la cultura de los capos el referente de lo bacano y lo prometedor. En Cali, hasta en un colegio de estrato 6 roban a un pelado en la clase o en el recreo. No nos echemos cuento. Los papás que creen que eso es un desliz de sus niños terminan dándole pie a generaciones que heredan y aceptan el estándar que nos impuso Rodríguez y su clan. No es normal.
La lucha contra el crimen no es solo con capturas contra los grandes capos ni con cárceles gringas que los enloquecen con el encierro. La sociedad también tiene que pellizcarse para frenarlo. La eterna obsesión de hacerle trampa a todo: a la ley, a la fila, al semáforo, al bobo, al lento, al que sea, se debe acabar. Eso no llegará ni con más cárceles, ni con más Esmad, ni con más fiscales. Aquí todos tenemos que aportar y ya estamos más que tarde. Así sea muy cliché, toca aplicar en serio el dicho de que todo empieza en casa.

Ha sido asesor del gobierno nacional y local y actualmente es consultor en temas de seguridad nacional. También lidera la Fundación Objetivo Cero que trabaja por reducir la violencia en el Pacífico colombiano. Ha sido reconocido como estudiante sobresaliente por el Presidente de los Estados Unidos, becario por méritos durante su pregrado y posgrado, miembro de la sociedad de Honor Phi Beta Delta, y fue reconocido como uno de los 100 voceros juveniles de Colombia por el British Council.
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