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Caer en la trampa de los autoengaños es fácil y salir es difícil porque al ego le cuesta mucho aceptarlo.

14 de abril de 2019 Por: Gonzalo Gallo

Caer en la trampa de los autoengaños es fácil y salir es difícil porque al ego le cuesta mucho aceptarlo.

El ser humano se cree sus propias mentiras y las defiende para poder apuntalarse sobre ellas y defender sus posturas.

Los engaños brotan por doquier y hace días pude percibir uno en la charla de cuatro mujeres que estaban a mi lado en un café:

“Les cuento que Paula decidió tener un hijo de un buen amigo para no estar sola en su vejez”.

¡Oh, qué error! Un hijo para nada tiene la obligación de llenar la soledad de una madre o un padre egoístas.

Además, esa madre tan insensible no se ha preguntado por qué tiene que traer un hijo a este mundo sin contar con una familia.

Este caso me recuerda a aquellos que crean una relación para no estar solos, sin elegir bien a su compañero.

No piensan si hay amor verdadero, no, sólo quieren salir de su soledad y, claro, se estrellan contra la realidad.

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