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Una joven viuda sentía que ya no podía más con su dolor y una profunda tristeza ante la muerte accidental de su buen esposo.

8 de noviembre de 2020 Por: Vicky Perea García

Una joven viuda sentía que ya no podía más con su dolor y una profunda tristeza ante la muerte accidental de su buen esposo.

Además no era nada fácil para ella asumir sola la labor de madre de una pequeña de solo cuatro años.

Una amiga, al verla sumida en el desespero y el sin sentido, le regaló una cita con alguien que recibía mensajes del otro lado.

La viuda fue sin fe a esa reunión y allá se calmó porque esa persona la ayudó primero con una charla y con un relax.

Luego cerró sus ojos y de sus labios salieron datos que solo la viuda conocía por lo que se dio cuenta que sí le hablaba su esposo.

Le citó algunos recuerdos lindos de la relación, le informó de un seguro de vida que ella no sabía y le habló de la pequeña:

“Cuando Sarita sonríe y mira fijo al frente, me ve y yo la veo porque vivo
y el que murió fue mi cuerpo.

Habla con personas sabias y verás que lo planeamos para nuestros aprendizajes. No pelees con Dios”. Desde ese día su vida cambió.

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