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Se acabó la fiesta...

Se acabó la fiesta, pero ‘empieza’ la vida. ¿Cuál? Usted decide: desde la ilusa dualidad o desde una perspectiva más adulta de integración.

2 de enero de 2023 Por: Gloria H.

Todo comienzo tiene un final. No existe el día sin la noche, como no se da la vida sin la muerte, o el triunfo sin el fracaso, o cóncavo sin convexo. No existe afuera sin adentro, ni un vendedor sin comprador. Es la impactante dualidad, la tenaz división de la unidad. Porque en definitiva, sino existe lo uno sin lo otro, son lo mismo, pertenecen a la misma esencia.

¿Por qué sucedió la fragmentación? ¿Cómo se produjo la línea divisoria, quién construyó las fronteras? Algunos explican que es el efecto del ‘pecado original’, lo que marcó la diferencia entre bien y mal y nos marginó de la unidad. ‘Nos alejó del Paraíso’, lo que en términos prácticos hizo que nos sumergiéramos en la dualidad. Todo está dividido. La polaridad marca la parada.

En el mundo dual donde vivimos, -alto y bajo, perder y ganar, agresivo y pasivo-, buscamos encontrarnos con el bien huyéndole al mal. En esta filosofía o modo de enfrentar la vida, en un extremo del cuadrilátero está el bien y en el otro el mal. Muy definidos, claros y precisos. Solo basta alinearse en el bando correcto (¿el del bien?) y las situaciones fluirán de manera adecuada. Aquí están los buenos y en el otro extremo los malos.
¿A qué bando pertenece? ¿Con qué se identifica? ¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? ¿Hay manera de definirlos? ¿Sus descripciones son universales? ¿El concepto de lo que es bueno, es aplicable a todos los seres humanos? ¿Para todos, lo malo es malo para todos y lo bueno, bueno para todos? Siempre se ha dicho que Robin Hood les robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Para los pobres su acción era ‘bendita’. Para los ricos su actuar era una maldición… ¿Dónde está la verdad?

Terminando fiestas y celebraciones, no existe un día más plano que el 1 de enero. Sobre todo este último porque es como si el mundo se hubiera detenido, como si estuviéramos en pausa. El 25 de diciembre no es igual al 1 de enero: después del 25 sigue existiendo jolgorio. El 1 de enero, ya todo acaba. Es el fin de la fiesta. Estamos esperando ¿qué? Que la vida vuelva a empezar, volver a reconectar, volver para continuar.

Esta ‘muerte’ chiquita, es un final para dar inicio a una nueva vida. ¿A cuál? A la que cada quien decida… Prácticamente hay que recoger y guardar todos los elementos que marcaron la fiesta para dar inicio a otro momento de nuestras vidas. Más austero, menos estrenduoso. Pero es cada quien el que decide como será este nuevo comienzo. Un buen momento para la reflexión.

Este 2023 pareciera estar signado, como nunca, por la dualidad, por la polaridad. En elecciones políticas, por ejemplo, los resultados son impactantes. Cada vez pareciera que la división se vuelve más y más estrecha. Absurdamente podría llegar al extremo de una elección donde solo 100 personas decidan el rumbo de un país. Entonces, tendremos que enfrentar la dualidad como un acontecer cotidiano donde la división termina siendo más imaginaria que real, en definitiva, lo mismo. Porque los extremos se tocan.

Los radicalismos son iguales. Izquierda y derecha son el mismo asunto. Se acabó la fiesta, pero ‘empieza’ la vida. ¿Cuál? Usted decide: desde la ilusa dualidad o desde una perspectiva más adulta de integración. No existe lo uno sin lo otro. ¿Complejo de asimilar? ¿Y mucho más de practicar?

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