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Pistorius, el obsesivo

Una obsesión no tiene un ‘solo lado’. Un temperamento obsesivo no sólo...

26 de febrero de 2013 Por: Gloria H.

Una obsesión no tiene un ‘solo lado’. Un temperamento obsesivo no sólo ‘dirige’ su energía para los asuntos ‘buenos’. También la obsesión se encamina hacia lo siniestro, la sombra, lo oscuro, puesto que no existe lo uno sin lo otro. “Como es arriba es abajo”, dijo hace siglos el autor del Kybalion. El obsesivo trabaja para lograr lo que se propone, bueno o malo, porque ante un obsesivo no hay límite que valga. Todo se puede, todo es posible, todo lo logra. Ver un solo lado de la obsesión es arriesgado… nos podemos equivocar. Allí está la vida de Oscar Pistorius, el hombre robot, el deportista estrella que logró competir en Olímpicos al lado de quienes no tenían incapacidad física como él. Fue obsesivo para vencer su limitación hasta el punto que la superó de tal manera que “ni se notaba” que la tenía. Pero esa obsesión estimulada en busca de un objetivo no sólo tiene elementos positivos. Allí está la dualidad, o el mundo de los contrarios, para recordarnos que anhelamos el bien sin el mal, la vida sin la muerte, la alegría sin la tristeza o el éxito sin el fracaso. Es imposible, totalmente imposible que exista un solo lado de los opuestos o contrarios sin que el otro esté allí agazapado, en la sombra, a la espera de un ‘descuido’ para saltar al escenario. Pistorius forjó un carácter obsesivo ‘bueno’ que lo llevó a conseguir los triunfos que descrestaron al mundo, pero escondía lo malo de la obsesión a la espera de una oportunidad para ‘brincar’ ante cualquier clase de limitante que no se acomodara a su deseo. Su carácter fraguado sobre una voluntad de hierro -se propuso doblegar su incapacidad- tenía un ‘monstrico’ guardado. La obsesión para superar la limitante lo endiosó de tal forma que llegó a creer que todo lo podía. Todo. A una persona obsesiva, ¿quién se atreve a decirle no? ¿Quién le lleva la contraria a un obsesivo? Allí está el resultado. Por eso es tan arriesgado ‘descrestarse’ con ciertas actitudes obsesivas muy extremas porque son ‘tramposas’. Pistorius terminó construyendo un monstruo que “todo lo podía” o igual, todo lo conseguía. Su novia se le debió ‘atravesar’ en algo y el hombre obsesivo no soportó la realidad desde el Olimpo en que se había refugiado con su voluntad de hierro. Caracteres tan extremos y descrestadores guardan una sombra porque es imposible vivir en un lado de la dualidad, ‘gozando’ sólo de los gloriosos sin aceptar que también hay dolorosos. Pero además hay unos tintes machistas impactantes en la manera en que se ha informado el hecho. Como si la fama de Pistorius hiciera menos grave el asesinato de una mujer, de su novia, indefensa ante su fama y su ‘poder’. Cualquier perico de los palotes pareciera debía ser más responsable que el famoso Pistorius. Hasta el punto de que está en libertad condicional después de asesinarla. El mundo mediático se ha ‘sorprendido’ de la ‘inesperada’ actitud del deportista pero no pareciera que mostrara parecido dolor ante el asesinato de Reeva Steenkamp. La pregunta obvia es si forjar caracteres tan obsesivos con resultados sociales tan llamativos se justifica, así se estimule silenciosamente el monstruo de lo negativo de ese carácter sin medir sus consecuencias. Como ambos elementos van unidos, vale la pregunta, ¿si tuviera que escoger, aceptaría no vencer su incapacidad y haber respetado a su compañera, o superar su limitación justificó asesinar a su novia, desde el carácter obsesivo? La obsesión lo es tanto para lo bueno como para lo malo porque no acepta limitaciones de ninguna clase. Es el precio del obsesivo.

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