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Insúltame, si puedes

Te lo pueden gritar en la cara pero si “no eres” aquello que la otra persona vocifera, el insulto queda en manos (o en la boca) de quien lo lanza.

20 de mayo de 2019 Por: Gloria H.

Tomo prestado el título de esta columna del maravilloso libro que hace algún tiempo escribió Jota Mario Valencia con dos psicólogas, llamado ‘Insúltame si puedes’. Porque en este se explica (de manera muy clara) cómo el insulto llega solo si se recibe. Es tan elemental que parece increíble. Te lo pueden gritar en la cara pero si “no eres” aquello que la otra persona vocifera, el insulto queda en manos (o en la boca) de quien lo lanza. Como un regalo que si no lo recibes, el ‘dador’ tiene que quedarse con él… No se es lo que la boca (o la pluma) del otro dispare.

Como decía Moisés Wasserman, los humanos somos los únicos que hablamos. Es la gran diferencia con los animales. Al hablar existen conexiones cognitivas, emocionales y sensoriales que se mueven y nos hacen seres con conciencia. Claro, la palabra tiene un poder inmenso, pero se puede argumentar sin necesidad de insultar. Casi se podría precisar que los insultos llegan cuando la inteligencia ‘no da más’, no ‘estira’ más y se acaban los argumentos. Los insultos (y por allí cercano) los adjetivos, son las formas más primarias como una persona iracunda trata de defenderse. Pero paradójicamente habla más de lo que no se tiene, que de lo que se dice. Es como una radiografía interior. Qué tanto insultas, de qué tanto careces.

El tema de ‘Santrich’, JEP, NHM, ha destapado una especie de cloacas interiores sorpresivas. No hay argumentos solo insultos. No puede haber disparidad de criterios porque inmediatamente viene el vómito. La pluralidad, el respeto por la diferencia no existe. Creo que no nos educaron en ella y ahora, a las puertas de la multiplicidad, lo único que queda es el insulto. Cuántas personas acudieron a las Iglesias el domingo mientras en sus redes escribían “ratas, asco, víboras, hp, malparidos, farcsantos, uribestias, mamertos” y no se cuántos epítetos más. Pareciera que Dios ‘solo’ es para el recinto del templo. Cuando se sale de allí, hay licencia para desdoblarse. No existe una sola verdad, ni una sola religión, ni una sola medicina, ni una sola mirada sexual, ni una sola música. La multiplicidad invadió la vida del siglo XXI. Pero hay quienes todavía creen en un ‘solo’ Dios, en una sola forma de abordar la vida. Respetable esta posición pero es obvio que deben aceptarse las diferencias. Y cuando el mundo no es como yo creo, viene el destape de las alcantarillas.

El remoquete de izquierda o de derecha invalidando a una persona o a un argumento, es absurdamente inmaduro. Qué importante que los extremos se nutran el uno del otro, en definitiva son lo mismo. Los contrarios no existen. La dualidad es una construcción que debe superarse en la medida en que se toma conciencia. Izquierda y derecha también se usan para enlodar o deslegitimar a una persona por sus creencias. Pero las ideas, los conceptos, los criterios deben multiplicarse, no para imponerse, sino para enriquecer. Es en la diferencia como crecemos.

Es valioso tener criterio y expresarlo así no produzca consenso. Cualquiera que sea tu profesión, tu religión, tu equipo de fútbol, eres ciudadano, eres político. Lo único que no encaja con la diversidad es el insulto. Allí, se vislumbra lo más arcaico de la condición humana. Estamos a la mitad del camino entre las bestias y los dioses. ¿De qué lado está más cerca?

Sigue en Twitter @revolturas

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