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Justicia mortal

Cali es la ciudad más insegura del país, la capital del crimen. Me temo que la justicia por mano propia crecerá y eso llevará a que la delincuencia tengan un gatillo fácil para evitar sorpresas.

12 de octubre de 2022 Por: Gerardo Quintero

La escena parece sacada de una película de Scorsese. Una camioneta parqueada, vidrios oscuros. Un motociclista pasa al lado y luego se devuelve con la intención de abordar a los pasajeros del vehículo. El hombre desenfunda un arma y apunta al conductor de la camioneta y de pronto, el desenlace inesperado: desde el carro le disparan al ladrón y este cae fulminado sobre la puerta de la camioneta.

Esto que sucedió el viernes en Cali ha desatado las más bajas pasiones. La mayoría justifica la acción de quien estaba en el carro. Pero más allá de la discusión de si disparó en defensa propia o se excedió, nos debería preocupar como sociedad los niveles de violencia que se están alcanzando y que a nadie parecen importarle.

El video es de los más vistos en redes sociales. Los medios de comunicación lo repitieron hasta la saciedad. Hubo narraciones, risas, comentarios fuertes, pero algo muy malo como sociedad estamos haciendo para que celebremos la muerte.

¿Cómo se construye o destruye una ciudad para que esas acciones sean festejadas? Esto no surgió de un día para otro. Cali viene en un deterioro sostenido y en materia de seguridad sí que se evidencia.

El cansancio ciudadano frente a una delincuencia exacerbada se expresa con este tipo de actuaciones. La quema de motos de ladrones, sicarios, fleteros… La famosa ‘paloterapia’ es una expresión violenta de indignación ante un hecho innegable y es la ausencia de autoridad.

Cuando la ciudadanía percibe la ineficiencia de la Policía, la poca vigilancia, la connivencia de la autoridad con el delito, comienza a flaquear toda la estructura. Si a eso se suma una Fiscalía inoperante, todo se hace difícil. Y a ello se agregan las erráticas políticas públicas de seguridad.

Entonces nos encontramos un escenario de ebullición con una delincuencia local, nacional y ahora internacional. La sensación de inseguridad es dramática. El viernes salía con una amiga de un junte salsero y mientras aguardábamos el taxi una pareja de motociclistas se acercó. Experimentamos pánico. Solo se acercaron a preguntar por un lugar cercano, pero es tal la sensación de inseguridad que vivimos intranquilos en una ciudad hostil.

El miedo es el combustible que alimenta el uso de armas como en el Viejo Oeste. Su utilización se normaliza. Y es la inoperancia del sistema la que nos conduce al precipicio. Si la institucionalidad representada en Alcaldía, Policía, Fiscalía, Concejo, comprendiera la gravedad de lo que sucede se tendría que diseñar algo serio, pero es pedir mucho. Cali es la ciudad más insegura del país, la capital del crimen. Me temo que la justicia por mano propia crecerá y eso llevará a que la delincuencia tengan un gatillo fácil para evitar sorpresas. Una escalada sangrienta en la que el Estado es un cero a la izquierda.

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