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La entendí

¡La entendí! Con razón tiene esos ojos tan grandes y penetrantes. No andaba acariciando honores sino soñando y, mucho más, soñando lo que parece imposible.

16 de septiembre de 2022 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Una y otra vez, durante varios años me preguntaba por qué Paula Moreno, la exministra de Cultura, la primera ministra de origen afro, exitosa como estudiante, como profesional y luego, a muy temprana edad como miembro del gabinete del presidente Uribe, rechazaba en forma repetida y consistente ofertas muy atractivas para continuar una carrera política.

Bien pronto, al recorrer las páginas de su segundo libro ‘Soñar lo imposible. Desafiando las miradas desiguales’ (Penguin, Random House, 2022) y desde la lectura del prefacio, me fui forjando la idea de que Paula era bien diferente de la que yo creía conocer, una dirigente política con legítimas ambiciones burocráticas. Y claro, cuando estas surgían, Paula las rechazaba (diría mejor, las despreciaba). Inclusive iba en el camino de mixtificarla: una idealista, una soñadora, una líder impulsada por una vocación, con raíces históricas para redimir, para exaltar lo que se subestima, para encontrar valor en acciones menores o en gestos arriesgados como los que hacen quienes deciden ‘volar sin paracaídas’. Descubrir lo valioso, cuando los demás solo perciben impotencia o negligencia o un destino fatal insuperable.

¡La entendí! Con razón tiene esos ojos tan grandes y penetrantes. No andaba acariciando honores sino soñando y, mucho más, soñando lo que parece imposible. A diferencia de los estudiantes de la Revolución de Mayo, en Francia (1968) no estaba pidiendo, reclamando lo imposible (Sed realistas, reclamad lo imposible). No. Estaba buscando la manera de construir esos sueños, de ver quién había logrado esa tarea y, entonces, describirla para que resultara paradigmática para que sirviera de ejemplo, para que inspirara (aire, inspirar, expirar, palabras que la obsesionan).

Y es así como nos describe tres historias, la de María, la de Raphael y la de Jhon. Pero no lo hace al modo de un científico social sino a su manera, desde el piso 17, desde donde comienza a escribir a las 5:00 de la mañana, con un amplio horizonte a la vista. Y siempre con el recuerdo del mar y todas sus formas, y lo que significa.

A la manera de Paula quiere decir que los textos están acompañados de frases inspiradas, bien logradas, de citas de poetas y de canciones populares, muy pertinentes, reveladoras.

Cuando llegué a la página 193, me tranquilicé. Estaba en lo correcto. Por fin había llegado a comprender a Paula. Ella misma lo dice: “Ya había decidido que no quería seguir una carrera política ni diplomática, aunque me ofrecieran otros ministerios, ser fórmula presidencial y otros cargos” (¡todos se los han ofrecido y no ha aceptado una sola vez!). Sabía que quería “crear un espacio propio, en el cual pudiera enfocar mis capacidades, para fortalecer liderazgos y organizaciones de comunidades tradicionalmente excluidas e imposibilitadas y ayudar a cambiar las relaciones de poder”. Siempre esperanzada o soñadora. Pero con los pies bien puestos en la tierra, en la de los desposeídos, la de los desplazados: “Construir cambios en las preferencias del país y del mundo”.

Paula quiere hacer historia y escribirla. Ya lo está realizando. Y está inspirando.

Por qué escribir. Ya ha quedado más o menos claro, pero al finalizar su prefacio lo responde así: “Busco en la escritura recursos renovados, otras verdades, nuevos futuros; trato de descubrir las palabras que aún me faltan. Esa es mi manera de seguir construyendo sociedad” (…).

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