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El Pacífico

Ojalá la situación que ha vivido la importante región del Pacífico durante las últimas semanas la ubique en el primer puesto de las prioridades en los programas gubernamentales.

9 de junio de 2017 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Ojalá la situación que ha vivido la importante región del Pacífico durante las últimas semanas la ubique en el primer puesto de las prioridades en los programas gubernamentales. Hasta ahora no ha recibido la consideración que merece. Ni siquiera una vez que fue clara la preeminencia de Asia-Pacífico en la geopolítica global.

Toda la región requiere el mejor tratamiento. Las ciudades, los municipios, los corregimientos. Todos. La propia Alianza del Pacífico a la que, en buena hora, se incorporó Colombia, tampoco generó el interés por esta región que ese compromiso exigía.

Por lo menos dos fundaciones han consagrado importantes esfuerzos al Pacífico. Sin duda ‘Manos Visibles’, fundada y dirigida por la exministra Paula Moreno. Ella, estratégicamente, con la ayuda de profesores de universidades tan destacadas como Harvard, Oxford, MIT, los Andes, Icesi y Eafit promovió ambiciosos programas académicos que buscaban, entre otros, capacitar a un buen número de dirigentes para realizar una interlocución inteligente con sus gobernantes locales y con los nacionales.

Y la fundación ‘Liderazgo y Democracia’, presidida por Elena Echavarría y ahora por Virginia Garcés, realizó un novedoso programa de apoyo a la Alcaldía de Quibdó. Se trataba de financiar las iniciativas de un ‘Gabinete de Pares’ integrado por prestigiosos exministros (Fabio Villegas, Manuel Rodríguez y otros) que acompañaron la gestión de la Alcaldía. Una cuidadosa evaluación de los resultados permitirá, esa es la intención, replicar esta experiencia en otras ciudades. Un experimento de gobernabilidad democrática. Si su eficacia se comprueba se constituirá en importantísima innovación institucional.

En ambos casos, la ‘Fundación Ford’, en su momento dirigida por Myriam Méndez-Munévar jugó papel estratégico. Ojalá ese apoyo continúe. No estoy seguro si la formidable labor desarrollada por la Fundación AlvarAlice, que preside María Eugenia Garcés, ha logrado extender su tarea hasta esta región. El BID y otras instituciones han otorgado decisivo apoyo.

El Pacífico aunque no se entienda así, es nuestra frontera con los países claves del Siglo XXI. Sería fatal que, como parece que ha venido ocurriendo, se reproduzca allí la situación de otras fronteras colombianas. Sería fatal e imperdonable. InSightCrime, un imprescindible blog de análisis, describe así la situación de la frontera con Ecuador: “Nariño es el principal departamento productor de coca, tanto en Colombia como en el mundo. Quizás en ninguna otra parte del país los desafíos del posconflicto son más evidentes, y quizás no hay lugar en el mundo que indique más cómo una economía puede ser alimentada por la producción de cocaína y su tráfico (9 de junio, 2017)”.

Ni hablar de la deplorable situación de la frontera con Venezuela. Realmente explosiva. ¿Y con Panamá? No hay para qué continuar la descripción.

El Pacífico es una joya de la biodiversidad. Tiene, también, un enorme potencial para la minería. Una oportunidad que organizaciones ilegales han aprovechado con un costo descomunal para el medio ambiente. Estamos en mora de encontrar una solución viable, sostenible, respetuosa y amigable con el medio ambiente. Lo que hay ahora es un desastre.

El tema de las fronteras ha adquirido renovada significación. Entre nosotros se han venido convirtiendo en zonas inmanejables, no tanto abiertas al libre y ordenado comercio, sino al libre crimen organizado y desorganizado. Semejante situación no puede continuar. Es hora de rectificar a fondo. Fronteras prósperas, tranquilas y abiertas al mundo.

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