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El mejor preparado

Mucho, muchísimo le debemos los colombianos a la gestión solidaria de estos dos presidentes. Un ejemplo de las virtudes de la continuidad en las políticas y de equipos de funcionarios claves y comprometidos. Un período extremadamente difícil.

17 de septiembre de 2021 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Malcolm Deas dice en la biografía que escribió sobre el presidente Barco que era “el mejor preparado para la Presidencia” (p. 160). No solo por su formación académica (Instituto Tecnológico de Massachusetts y Universidad de Boston) sino por una historia de servicio público muy completa, en diferentes niveles, tanto nacional como internacional.

Concejal en Cúcuta y en Bogotá, secretario municipal. Alcalde de la capital, Bogotá, ministro de Comunicaciones (encargado), ministro de Obras Públicas, ministro de Agricultura. Miembro del Directorio del Banco Mundial, en representación de Colombia y otros países, embajador en el Reino Unido, embajador en Washington. Miembro del equipo directivo de varias campañas. Representante, senador.

Entonces no es sorprendente que hubiera organizado su gobierno de tal manera que en un país con crisis casi diarias, él como presidente pudiera disponer del tiempo necesario para consagrarse en forma privilegiada a atender temas como la crisis que llevó a la renuncia de Bernardo Guerra como gobernador de Antioquia, o la de la Corbeta Caldas, o la salida de la cárcel de uno de los Ochoa y el debate que planteó Estados Unidos en la OEA, o los asesinatos de dirigentes políticos y sociales, o la elaboración de proyectos de ley como la reforma tributaria, o la conveniencia de convocar un plebiscito (30 de enero, 1988) o el acuerdo con la oposición para promover la reforma constitucional, o las complejas gestiones que llevaron a la Asamblea Constituyente y, finalmente, a la Constitución de 1991. Y cómo no mencionar las innumerables reuniones para forjar la política amazónica, entonces y ahora, altamente elogiada por la comunidad internacional, principalmente por el príncipe Carlos que se declaró el guardián de esa ambiciosa decisión.

Muy apropiado y conveniente que el presidente Duque hubiese resuelto promover un esfuerzo intelectual para rescatar el valor histórico de su desempeño como ciudadano y funcionario público. Los suyos son muchos legados que se recogerán en varios volúmenes que editará Benjamín Villegas, con la perfección que caracteriza sus numerosas publicaciones y cuyos textos viene preparando el distinguido constitucionalista Marino Tadeo Henao. La lucha para erradicar la pobreza absoluta, la transformación de Bogotá, la revolución verde, la ampliación de la política exterior, la superación de graves problemas que afectaban a los maestros y al sector educativo, su sentido de la importancia de la historia para una democracia, como la noción de la responsabilidad de los gobernantes ante la historia, para lo cual era indispensable conservar y organizar los archivo, para que hubiera ‘accountability’, rendición de cuentas, ante las generaciones futuras. Y sobra mencionar lo que fue la defensa de la democracia ante las brutales amenazas de los carteles criminales de las drogas ilícitas.

Y qué tal después del holocausto en el Palacio de Justicia (6 y 7 de noviembre, de 1985, en plena campaña electoral) lograr, sin mucho ruido, el Acuerdo de Paz con el M-19 que César Gaviria también consolidó con la participación de este grupo, en el proceso constituyente y reforzó con la incorporación de otros grupos guerrilleros, como el Epl, el Prt, el Quintín Lame.

Mucho, muchísimo le debemos los colombianos a la gestión solidaria de estos dos presidentes. Un ejemplo de las virtudes de la continuidad en las políticas y de equipos de funcionarios claves y comprometidos. Un período extremadamente difícil.

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