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¿Aprendemos?

Ahora, tenemos el incendio del Palacio de Justicia de Tuluá. Bella edificación. No creo fácil reducirla a cenizas. ¿Cómo fue posible? Observo gran indiferencia ante episodio tan inmensamente grave; eso sin evaluar el simbolismo de dicha criminal conducta.

11 de junio de 2021 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Hemos presenciado mucha destrucción durante estas duras semanas desde abril 28. Algunas tan sobresalientes que hacen obligatoria una reflexión que se alimente de experiencias semejantes o peores en nuestra historia y en la de otros países.

Recuerdo el holocausto del Palacio de Justicia en la Plaza de Bolívar, en noviembre de 1985. No voy a recoger el debate sobre si estaba bien protegido, si se anticipó lo que iba a ocurrir, si se reaccionó a tiempo y eficazmente. Sabemos que fue una tragedia.

Ahora, tenemos el incendio del Palacio de Justicia de Tuluá. Bella edificación. No creo fácil reducirla a cenizas. ¿Cómo fue posible? Observo gran indiferencia ante episodio tan inmensamente grave; eso sin evaluar el simbolismo de dicha criminal conducta.

¿Tenemos algo que aprender de estas y otras experiencias? Nuevamente el Palacio de Justicia parece inerme, y así el Capitolio y la Alcaldía, etc.
Leí este miércoles el informe que dos comisiones del Senado de los Estados Unidos divulgaron sobre la insurrección del seis de enero, incitada por el presidente Trump. “Examinando el Ataque al Capitolio de los Estados Unidos, una revisión de las fallas de seguridad, planeación y respuestas el 6 de enero”. Son más de cien páginas con 704 notas de pie y dos apéndices, el primero de recomendaciones, 65; y el segundo la transcripción del discurso del presidente Trump, ese mismo día ante la manifestación “para salvar a América”. Una revelación.

Son 22 páginas insistiendo en el fraude, con un feroz ataque a Biden y a su hijo Hunter; y con la invitación al Vicepresidente Pence para que no permitiera la ratificación del resultado electoral. Es la primera vez que lo puedo leer en su integridad. ¡Terrible!

Es mucho lo que hay para aprender de este informe sobre un asalto a la democracia que causó siete muertos, tres de ellos policías. A pesar de todas las fallas que el informe recoge se preservó la vida de todos los congresistas. Esa misma noche se reunieron otra vez para cumplir con su deber y en las primeras horas del 7 de enero, ejecutaron su tarea y Biden y Harris quedaron legalmente elegidos. Excelente. La insurrección había fracasado.

Es indispensable que nuestros organismos pertinentes revisen esas recomendaciones y aprendan las lecciones que igual muestran cómo evitar los graves errores, como los actos heroicos que aseguraron que ese mismo día la institución legislativa, no obstante el brutal asalto, hubiera continuado con el pleno ejercicio de sus funciones. Es como que aquí las Cortes hubieran recuperado su capacidad de seguir actuando esa misma noche del nefasto 6 de noviembre de 1985. No. Aquí la mitad de la Corte Suprema fue vilmente asesinada, incinerada. Los expedientes judiciales destruidos. Docenas de funcionarios y ciudadanos también murieron. Una catástrofe. ¿Y las lecciones? ¿Se habría podido evitar lo ocurrido en Tuluá? ¿Qué lecciones dejan estos tres casos?

Lo propio podría decirse sobre objetivos rutinarios como las estaciones del Transmilenio o del MÍO . ¿Realmente es imposible protegerlas sin afectar el derecho a la protesta?

Nadie cree que sea una tarea fácil. Pero hay una gran distancia entre lo que ocurrió en Washington y lo sucedido en la Plaza de Bolívar y en Tuluá. Las fallas y errores, bastante gruesos, están en el informe del Senado. Y los correctivos. ¡Pero nos cuesta tanto trabajo aprender de la experiencia!

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