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América Latina

El tema del Consejo de Seguridad de la ONU ha estado en la agenda, para ser reformado, desde su fundación. Alfonso López Pumarejo y Alberto Lleras Camargo hicieron desde el comienzo críticas al derecho de veto que se aprobó en la carta en favor de los cinco miembros permanentes.

23 de septiembre de 2022 Por: Fernando Cepeda Ulloa

En 1945 cuando la ONU entró en funcionamiento, éramos 51 países en el mundo. América Latina era casi la mitad. Hoy son más de 190 y nuestro peso en la Organización ha disminuido.

En 1991, el Grupo de Río, entonces con la coordinación de Colombia, hizo un ejercicio con el grupo de embajadores ante la ONU para proponer una reforma del organismo multilateral. De resto, existen propuestas aisladas o solitarias que se han hecho sin repercusión alguna. Así, ni las de un grupo ni las individuales corren con fortuna.

El tema del Consejo de Seguridad ha estado en la agenda, para ser reformado, desde su fundación. Alfonso López Pumarejo y Alberto Lleras Camargo hicieron desde el comienzo críticas al derecho de veto que se aprobó en la carta en favor de los cinco miembros permanentes. Y, una y otra vez, nuestras intervenciones recogían la idea de suprimir ese privilegio. El Consejo de Seguridad es el guardián de la paz. Ahora, frente a la absurda decisión de Rusia de invadir a Ucrania, Rusia no permitió que el Consejo cumpliera con esa función, gracias a que ejerció en ese mes la presidencia rotativa del Consejo y, claro está, el derecho del veto.

¡Oh sorpresa!, el presidente Biden propuso ahora, en su intervención en el Debate General, que el Consejo sea reformado. Y ello incluye un aumento en el número de sus miembros que fue inicialmente de 11 y luego de 15. El discurso del presidente Petro ha debido incluir una referencia a esta iniciativa. Así lo harán otros países en este debate. Es que llevamos años reclamando esa reforma. Ojalá haya una posición latinoamericana al respecto. Una oportunidad que no se puede desperdiciar. Es que el organismo más poderoso en el nivel mundial es el Consejo de Seguridad. Sus mandatos, bajo la autoridad que le concede el Capítulo VII de la carta, son obligatorios, no así los de la Asamblea General.

El papel que juegue la América Latina en esta reforma será un buen indicador de nuestra relevancia en el concierto de naciones. Hemos sido miembros no permanentes del Consejo de Seguridad siete veces desde 1945. La primera vez con Alfonso López Pumarejo (1947 y 1948) en el gobierno de Mariano Ospina Pérez, y luego en 1953-54; 1957-58; 1969-1970; 1989-1990; 2001-2002; 2011-12. Son períodos de dos años. Otros países, como México, han preferido no participar.

En 1991 trataron de cambiar esa política y aunque presentaron candidatura pronto la retiraron y prefirieron auspiciar la de Venezuela en cabeza del embajador Diego Arria. Su única participación había sido durante un año, en 1947. Y la confrontación entre Colombia y Cuba por la candidatura para el período 1980-81, llevó a Porfirio Muñoz Ledo a sustituir esas aspiraciones. Fueron excepcionales la confrontación y la solución. México volvió a ser miembro para el período 2002-2003 y más adelante, 2009-10. Claudia Blum fue la gestora exitosa de la más reciente elección de Colombia.

“Cuando sepamos a ciencia cierta -dijo López Pumarejo- qué es el veto y qué no es, estaremos definitivamente en posición de abogar por su abolición, sin perjuicio de continuar reclamando una más cuidadosa y eficaz reglamentación de él” (primera intervención, en el Debate General, 30 de octubre de 1948). Colombia tiene alguna autoridad con respecto a este tema.

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